viernes, 25 de abril de 2008

Armando (Esta es una historia real)

Esta es una historia real, le sucedió a un amigo de un amigo, Armando. Armando era callado y tranquilo, tenía una personalidad a punto del síndrome de Aspergen, es decir, era demasiado introvertido. Este detalle de su forma de ser lo perturbaba demasiado, tenía pocos amigos con los cuales salir, dependía demasiado de su madre para hacer sus labores escolares, se podría decir que tenía un apego demasiado fuerte hacia ella. Lo que pasa es que cuando Armando era pequeño sus padres tuvieron una gran pelea, su padre estaba tan furioso que salió a la cochera, subió a su auto y no volvió nunca más, de esto pasaron nueve años pero su hijo ya casi no recuerda haber tenido una figura paterna.

Armando era un estudiante modelo, muy bueno para las matemáticas, las ciencias y la escritura. Le encantaba leer todo lo que llegaba a sus manos, desde revistas para niños, hasta la literatura universal, compendios de Química y Física, entre otras cosas. Se pasaba la vida leyendo. Sus intereses en actividades extracurriculares eran limitados, pertenecía al equipo de ajedrez y le gustaba hacer proyectos de ciencias, pero no era muy dado a socializar, los que eran sus amigos, se podría decir que compartían con él ciertos momentos, por ejemplo al hacer la maqueta del sistema solar para la clase de Física, sin embargo, fuera de la escuela nunca los veía.

Pero así era él, le costaba trabajo hablar con las demás personas, prefería los libros, sinceros y accesibles. Sólo había un detalle que le incomodaba, se llamaba Rosa, rosita de cariño y era la niña más linda que él había visto jamás. Era dos años mayor que él y nunca lo había volteado a ver, tal vez sólo una vez donde lo vio con un dejo de compasión cuando era molestado por los bravucones de la escuela, pero él siempre tuvo la duda de si era a él a quien miraba. A pesar de eso le gustaba, solía escribirle poemas y recitar otros que había leído pensando en ella, pero no se atrevía a confesarle lo que sentía.

Un día al maestro titular de su grupo se le ocurrió que sería buena idea que Armando saliera de viaje con sus compañeros, se organizaba un viaje a “los azufres” con fines recreativos y él pensó que era bueno que el joven saliera con el grupo (formado por estudiantes de varios grados escolares), se distrajera de la escuela e incluso se divirtiera, tal vez hasta hiciera amigos. Habló con los padres del chico, quienes se mostraron totalmente de acuerdo, prepararon sus cosas y el día indicado fueron a dejarlo al autobús que la escuela había rentado para el viaje.

En el mismo irían dos maestros y un grupo de aproximadamente treinta adolescentes. Armando estaba asustado y emocionado, pues nunca había salido de viaje, mucho menos con intenciones recreativas. Sobretodo estaba demasiado entusiasmado por que rosita estaba ya en el autobús cuando el subió. Le tocó justo en el lugar detrás de ella, junto a un joven que platicaba eufóricamente con otros que probablemente eran de su grado. Armando permaneció callado durante todo el viaje, contemplando a la niña de sus sueños. No podía creer que estuviera tan cerca de ella. Aunque ella no lo notara.

En el campamento se establecieron dos clasificaciones, una los grupos diurnos y la otra los nocturnos. Los primeros eran grupos mixtos de cinco chavos y chavas que pasarían los días juntos desde la mañana hasta las ocho de la noche. Los otros eran grupos de cuatro personas del mismo sexo, que compartirían casa de campaña. En el grupo de la noche a nuestro joven protagonista le tocó precisamente con dos de los jóvenes que gustaban de molestarlo y otro, uno de los más grandes que parecía no importarle nada más que su propia diversión y estar con las chicas. En el grupo del día, le había tocado con otro joven de su grupo con el que casi se hablaba y tres jovencitas, entre ellas Rosa.

Esa tarde, después de la creación de los grupos y establecer el campamento, todo el grupo comió abundantemente, luego los maestros dieron la indicación de que eran libres de hacer lo que quisieran hacer durante el resto de la tarde, siempre que permanecieran con su grupo diurno y a las ocho de la noche, se juntaran en las casas de campaña con el nocturno. Rosita y sus amigas, decidieron que lo mejor sería dar un paseo caminando para conocer el lugar y bajar la comida, los dos jóvenes estuvieron de acuerdo y todos juntos partieron a recorrer los alrededores del lago.

La luz del sol estaba ya extinguiéndose en el horizonte cuando decidieron regresar, más para su sorpresa, los dos jóvenes que formaban parte del equipo nocturno de Armando, los que gustaban de molestar a los demás estudiantes, llegaron con ellos. Dijeron que iban por el joven de su grupo, pero al ver a rosita y a las otras dos chavas, decidieron que sería mejor conocer a sus compañeras un poco, una de ellas se lanzó a correr, junto con el joven del grupo de Armando, los dos bravucones decidían si perseguirlos o no, pero al ver a Rosita y a su amiga tan lindas, decidieron que podrían hacer de las suyas.

Uno de ellos tomó a la amiga de la mano y ella, un poco temerosa caminó junto con él, el joven sólo buscaba divertirse, pero nunca pensó que a ella en realidad le gustaba él y por eso lo acompañó al bosque. El otro miro a rosita de arriba abajo y luego a Armando. Le dijo que era un gusano y que debía de irse, pero él joven a pesar de ser más pequeño que el abusivo, no se movía. Vete, si no quieres que te rompa la cara, le advirtió, pero Armando no podía dejar a la niña que quería con él a solas. El bravucón no espero más y lo golpeo en el rostro, tirándolo al suelo y siguiendo su camino hacia la joven. Ella estaba a punto de llorar, de gritar, tenía miedo y no quería ser victima de aquel sujeto.

Cuando estaba a punto de tomarla por la fuerza, el joven sintió que Armando se abalanzaba contra él y tratando de retomar el equilibrio ambos cayeron al lago, él cual estaba tan lleno de hierbas silvestres que era imposible el caminar, nadar y difícilmente podía uno permanecer de pie. No se metan al lago, habían dicho los maestros, pero ahora a Armando eso no le importaba, no podía perdonar a alguien que quisiera hacer eso con Rosita, por lo que asestaba golpes desesperados en el cuerpo del otro joven, mientras trataba de esquivarlo, ambos se iban metiendo más y más al lago, alejándose de la orilla. Por más que Rosa gritaba, ellos seguían enfrascados en su pelea.

Ese día, a las 9 de la noche todo el campamento estaba reunido, pero no para dormir, estaban discutiendo que debían hacer pues después de que hubo quejas de ciertos jóvenes, famosos por molestar a los demás y la posterior desaparición de uno de ellos y de un tal Armando, un joven bajito y callado, estaban pensando en que hacer, si llamar a sus padres, a la policía, a los paramédicos o buscarlos por su cuenta.

La búsqueda fue larga, sobre todo por que se tuvo que buscar en medio de la noche por todo el lago. A las tres de la mañana todo había terminado. El joven abusón estaba completamente hinchado, al parecer había muerto ahogado dentro del lago, probablemente por haberse enredado con alguna de las plantas marinas, además de presentar marcas de una pelea, posiblemente con Armando, pero de este último no se había encontrado nada. Por más que se buscó esa noche y al día siguiente y por toda una semana, no apareció nunca el cuerpo del joven, al cual Rosita nunca pudo agradecerle su valor.

Esta es una historia real, le sucedió al amigo de un amigo Armando. Dicen las personas que han salido de vacaciones a “los azufres” después del fatídico accidente que cuando una pareja decide hacer de las suyas e ir al bosque los dos solos, aparece una pequeña figura que los observa vigilante, si de casualidad el hombre se quiere propasar, la figura entra en acción. Dicen que más de una vez ha salvado a alguna joven de ser violentada. También dicen que es Armando, que sigue vagando por esos rumbos, los jóvenes que gustan de estar con las muchachas tienen miedo de toparse con él y terminar en el fondo del lago.

Bichos nocturnos

Tengo una pareja nocturna, ha estado acosándome por tres noches seguidas, no sé que vio en mí o en mi cuarto o en mi compañía, pero ahí está, en mi habitación, dando vueltas y vueltas por ahí, molestándome a cada momento y por más que intento que se vaya no lo entiende. Lo descubrí, pequeño y casi indefenso volando a mi alrededor, se acercaba a mí como un cordero asustado, pero yo sólo pensaba en que no fuera a picarme ¿qué culpa tiene él de ser mosquito y gustarle la sangre? Pero no mi sangre no, podríamos ser la simbiosis perfecta si tan sólo no me molestara la comezón, pero la hace, por ende me molestan las ronchas y por lo mismo me molesta el que el mosquito siga en mi cuarto, dando vueltas y vueltas esperando para velar mi sueño. Tengo que aceptarlo, no me siento solo cuando está él, pero hace tiempo que no me sentía solo, es curioso, siento como si tuviera un nuevo amigo, un nuevo amigo cuya amistad es tan dañina para mí que me saca ronchas. Pero ahí sigue y no puedo correrlo, por una parte no quiero hacerlo, no es justo para él, por la otra, no puedo, es tan pequeño y tan escurridizo que a cada momento me sigo preguntando si él seguirá por aquí. Luego vuelve a aparecer, si los mosquitos pudieran sonreír, él me sonreiría diciendo “no te desharás de mí” y comienzo a creer que eso es verdad, lo intenté, noche tras noche lo intenté pero no quiere dejarme. Lo maté la primera noche, lo mate la segunda noche, está tercera incluso lo mate tres veces y en una de ellas pude ver su sangre derramada en mis manos (que probablemente primero haya sido mi sangre). Creo que tendré un compañero nocturno por mucho tiempo, un paradigma volador que no me dejará en paz toda la primavera. Serán unas noches entretenidas.

martes, 8 de abril de 2008

Jumper

Llevo más de quince minutos corriendo y esto no parece terminar nunca. Lo sabía, desde un principio lo sabía no debí meterme en esto, pero todo iba a ser fácil dijeron, un par de entregas y los 50, 000 serían míos más rápido que el aleteo de una mosca. Ahora yo soy la mosca, tratando de volar entre paredes y ventanas. Sólo que a esta mosca la persigue un gran insecticida. ¿Cómo rayos me metí en esto? Lo sé bien, más no quiero recordarlo. Los siento tras de mí, cada que doblo a la derecha o la izquierda y hay una pared de más de dos metros creo que van a alcanzarme. Yo soy rápido, ellos son demasiados. Nadie dijo que lo encontrarían, nadie dijo que los malditos perros logran olerla a pesar del abono alrededor de ella, “les dará asco” me dijeron, pero no los malditos azules no le tienen asco a nada, más que a ellos mismos. Aún no sé como logre escaparme, sin esposas, sin heridas, sólo escuché llamar a los refuerzos mientras corría. Pero siguen tras de mí, he corrido por más de un cuarto de hora y siguen tras de mí. Puedo sentirlos, aunque ahora corra y trepe esa pared, sé que ellos seguirán mi rastro. Dicen que la única manera de perder a los perros es pasar por agua, así se pierde el rastro. Bien, en esta estúpida ciudad no hay agua. Sólo en las alcantarillas, pero no sé si llegaré. Tal vez si no me ven, tal vez si permanezco sigiloso o tal vez si sigo corriendo. Acabo de ver a dos que salían corriendo de un callejón a sólo veinte metros de mí. Creo que no me vieron o tal vez me vieron y sólo fingen para continuar con el juego psicológico. Todo es un juego de presionarme en exceso hasta que yo mismo me entregue. Eso les encanta a los polis. Pero yo no soy un criminal, era dinero fácil y yo vendí mi alma por ello. Claro que pensé que sólo sería un préstamo, que mi alma regresaría. Ahora no le pertenece a los narcos, no… ahora mi alma será de los azules. Los malditos puercos, puedo escucharlos oink oink, detrás de la siguiente pared. En cada brinco, en cada esquina, a cada vuelta, sé que habrá un puerco detrás de ella. No quiero saber lo que haré si me topo a uno. No, no ahora que sólo me faltan unos cinco minutos más. No podía evitarlo verdad. No vi a la patrulla que me seguía sino hasta que entré al callejón, tampoco esperaba a la que me cerró la otra entrada. Atrapado, entre dos coches, entre cuatro azules. ¿Qué haré ahora? Me dijeron que sería fácil, me dijeron que sólo era llevar un par de costales y todo sería fácil. Nunca mencionaron a los azules, no me dijeron que debía hacer en estos casos. Poco a poco se acercan, levanta las manos, me dicen, yo las levanto, tírate al suelo, me dicen y yo me tiro al suelo. Se acercan, puedo sentirlos, prudentemente, como con miedo, dos por detrás, dos por delante. Se acercan más y más y cuando creen que me tienen, me levanto de un salto, paso entre dos y sigo corriendo. Intentan atraparme con sus manos, pero soy tan rápido como un puma, paso entre ellos y no pueden hacer nada. No logran atraparme, no lograrán golpearme y no pueden dispararme. Seré libre, correré y me esconderé en las alcantarillas o tal vez más lejos y lavaré mis pecados con los narcos. Seré libre y todo esto será una historia que nunca se volverá a contar. No, nunca se volverá a contar, por que lo siento, el frío, estoy sudando como un maldito puerco, me quieren convertir en uno de ellos, corriendo como puerco en matadero, bajo el sol, por toda la ciudad mientras me persiguen, es como el jueguito del cerdito engrasado y a pesar de todo lo siento, el maldito frío. Un frío, dos fríos, tres fríos. Todos entran desgarrando mi cuerpo por la espalda, es como un choque eléctrico, como un toque, como ponerte ebrio y tener un maldito mal viaje. Es como ser un maldito yunque, un martillazo, un portazo, un porrazo, se siente como si un maldito burro te golpeara las costillas. Uno tras otro y no se detiene y no me detengo. Llegaré a las alcantarillas, sé que lo haré, no importa si soy más pesado, no importa el plomo. Puedo vivir sin pulmones, puedo vivir sin corazón, no necesito las malditas tripas. Sé que llegaré, sé que llegaré a pesar de que me he tropezado, sé que llegaré a pesar de la sangre. Un pequeño charco, no es nada, podré volver a pararme. Este pendejo casi se nos pela, dicen los puercos, pero no saben que me levantare, que correré a las putas alcantarillas y seré libre. De nada les sirve tratar de ponerme una pistola en las manos, no dispararé, sólo tengo que levantarme y correr. Puercos les digo escupiendo la sangre, me golpean la cabeza. Este pinche empolvado, mira cuanto aguantó el puto, dicen. Pero no saben que yo seré libre. Pinches puercos, sus esposas no pueden amarrarme para siempre. Me les escapé a los putos azules. Soy libre. Como el viento que va por todas las esquinas. Soy tan pinche libre que podría cojerme a cada una de sus mujeres y no podrían hacer nada. Todo es cuestión de un salto. De un simple salto y todo habrá terminado. Un salto y nadie me verá más del otro lado. Un salto, un frío y húmedo salto rojo.