lunes, 7 de julio de 2008

¿Cómo ser una mierda? (¿Original?)

En todos tiempos de decadencia créanme que he llegado a la conclusión de que todo es difícil. Que si uno quiere ser libre pensador tarde o temprano se dará cuenta que siempre está uno influenciado, desde la misma educación que se mama (es decir, la familiar). Que si uno quiere buena música, literatura, teatro, trabajo decente, un lugar donde vivir seguro… No sé, cualquier cosa de hoy en día parece ser una mierda. He ahí donde radica el problema, todo es una mierda, todo me da asco, pero nada es lo suficientemente mierda como para decir “de plano, hoy me vuelo la tapa de los sesos”. No hay tal, es como alguien que toda su vida come papillas, aún conociendo el sabor de la carne y del vomito, pero sigue comiendo papillas, no hay altos ni bajos, todo es constante. Como las viejas clases a las 8 de la mañana con mi profesor, todo un monólogo en el mismo tono y timbre de voz, era como encender la radio y dejar la estática funcionando… A los tibios los vomito dijo ése alguna vez y ahora el pan de cada día se sirve tibio.

Ese es el problema, mío, del mundo, tal vez sólo mío con el mundo. Todo está tibio, no hay frío no hay calor. Quiero algo negro, algo blanco, pero no esos tonos grises que hacen de la vida una experiencia amplia y completamente vacía. Hombre, es como vomitar con el estómago vacío.

Debo decir que no hacemos mucho para remediarlo, en lo personal, no soy el chico excelente que quería ser, pero tampoco soy el hombre negativo y asqueroso que pretendo. Quisiera definirme, luchar por una causa. Tomar un bando y decidirme completamente a luchar por él. Pocas son las personas que he conocido así. La mayoría sólo la he idealizado entre que están muertos o que sólo las conozco por libros (o fragmentos de los mismos).

Si tan sólo hubiera un poco de originalidad, realmente el mundo no me parecería malo si por lo menos se viviera de una manera… ¿Cómo decirla? Diferente, con un verdadero sabor, que la mierda realmente sepa a mierda y no a plástico para bromas. Es como el pececito con imanes en una pecera falsa. Los camarones hechos de surimi. Como el tipo que protesta con su playera del che y sus converse. La feminista que se acuesta con cuanto hombre tiene a la mano. La libertad manó, la mera libertad en esta vida.

En lo personal, quisiera que todo se fuera a la mierda, sólo estoy esperando y preparándome para el día del holocausto mundial, el problema es que ese mundo no llega y en lo mientras tienes que sobrevivir. Un Armaggedon, un Apocalipsis, desastre nuclear, una guerra mundial, guerras civiles, un infierno en la tierra. Por que de la perfección en este mundo, mejor ni hablamos.

viernes, 4 de julio de 2008

The good old times

¿Recuerdas aquellos días? Cuando éramos tú y yo juntos, los dos fumábamos en la azotea de tu casa, en los buenos tiempos. Íbamos en la secundaria, en diferentes grupos, nunca consigo recordar como fue que nos conocimos, es como si mi vida hubiera sido sin ti y luego contigo, como si el que entrarás en ella fuera un cambio de la noche a la mañana. Pero así era, amigos inseparables y las mamás diciendo que nos íbamos a casar y los niños en la escuela diciendo que éramos novios y yo que quería darte muchos besos y tú que te gustaban mayores. Era genial estar contigo, dicen que las mujeres maduran dos años más rápido y tú eras la prueba fidedigna de ello, lo malo es que la madurez se basa en sí ya tomas o fumas. Así comenzaron las tardes en tu azotea.

Tus papás se habían divorciado el año anterior y cada uno había encontrado la manera de deslindarse de ti, creo que por eso nos acercamos, yo necesitaba a alguien, tú también. La diferencia básica era que yo sólo te tenía a ti y tú, bueno tú eras bastante popular. Decían que te gustaba estar con los chicos, que los besabas y te escapabas para verte con ellos. Nunca fueron a tu casa, a tu casa sólo fui yo. También a mí me besaste, pero tus besos conmigo eran como un apretón de manos, eran sólo un saludo, como un abrazo entre amigos. Sabían a cigarro. Te gustaba fumar. Nos gustaba. A ti te encantaba ver el humo que se escapaba lejos hacia la inmensidad del cielo y desaparecía en cada bocanada. A mí también me gustaba el humo, el que salía de tu boca, el humo que quería aspirar. No el del cigarro, el de tus labios, ese humo de tono azulado.

Te gustaba jugar conmigo, sabías que me gustabas, sabías que en cualquier momento podía lanzarme sobre ti y besarte, también sabías que no era ese tipo de persona. Por eso fumabas, por eso a veces tomábamos cervezas, por eso le entramos a la mota. Por que te gustaba jugar conmigo y siempre había una buena excusa para acercar tus labios a los míos, esperar que yo cerrara los ojos y luego, luego nada. Creo que las mujeres son sádicas por naturaleza, mientras que los hombres rompemos huesos y carne con nuestras manos, las mujeres te destruyen de una manera sutil, si saben que las deseas sólo te harán sufrir por las ganas de tenerlas, si saben que no lo haces, harán lo que sea con tal de que las desees y así poder despreciarte. Tú no eras la excepción, te encantaba emocionarme, tú sabías que yo haría lo que quisieras, que éramos sólo amigos pero yo quería ser todo de ti. Bien lo sabías y por eso te dabas esos lujos.

Conmigo te portabas como con nadie. Pero no era desprecio, sólo era parte del juego. Jugábamos tu juego de reglas no habladas pero bien definidas. A decir verdad, nunca he entendido cuales eran los límites del mismo. A veces ni siquiera nos besábamos, a veces evitabas el contacto físico, otras veces me besabas, me tomabas de la mano. Recuerdo claramente esa vez en tu alcoba, donde terminamos bajo las cobijas, los dos abrazados y semidesnudos. Creo que hubo lágrimas también, te quejabas, de ellos, de los demás. Nadie te apreciaba como yo, pero de eso ni tú ni yo nos quisimos dar cuenta. Nunca nos dimos cuenta de que yo te amaba como loco y tú también lo hacías. De qué pudimos estar juntos pero nunca terminamos el estúpido juego.

¿Recuerdas esos tiempos en que fumábamos marihuana en tu azotea? En que tu cabello era largo y negro, tus ojos profundos, en que tus formas apenas se comenzaban notar, en que tus labios delgados se acercaban a mí, me besaban ligeramente, luego sonreías y me decías que te gustaba estar así conmigo, que querías irte conmigo, que nos fuéramos lejos, así como el humo, volar los dos juntos y separarnos de todo esto. Yo sólo te tenía a ti, tú sólo me tenías a mí. Fueron buenos tiempos.