martes, 30 de junio de 2009

Lluvia




El maestro subió a la montaña y la gente lo siguió. Se sentaron en un claro, el maestro en una roca y la multitud alrededor de él. Las personas se mostraban excitadas y seguro estaban llenas de preguntas, cuando comenzó a llover.

-Maestro, hablanos de la lluvia- El ermitaño miró al cielo, sintiendo las gotas que resbalaban por su cara, lentamente y con modulando su voz para que todos lo escucharan dijo:
-Dejemos que sea ella la que nos hable.

lunes, 8 de junio de 2009

Guerrero


Lo vi como siempre, con su postura de lucha, sosteniendo firmemente su katana en un costado dentro de su funda. Reza el viejo proverbio: “una espada no se desenvaina sin razón, ni se guarda sin honor”. Él lo sabía bien. Yo lo conocí hace cinco años cuando comencé mi guerra, es decir, cuando decidí unirme a la lucha. Pero él ya llevaba por lo menos dos décadas en el combate. Dicen que nunca conoció un momento de paz. Prácticamente nació en y para la guerra. El demonio azul, le llamaban, pues todos lo temían, a él, a su armadura y a su katana que tenían un extraño tinte azul.


Muchos rumores decían que ese color lo había tomado por los dragones legendarios. Que durante años se había dedicado a cazar y matar a estas bestias mitológicas. Que al encontrar a uno que era diferente a los demás, pues sus escamas no eran rojas, ni amarillas, sino azules y pensando que podría ser único en su especie, decidió perdonarle la vida. A cambio el dragón le dio la bendición de su espíritu y esta se proyectaba en el color de su armadura y su katana.


Algunos más decían que en realidad el mismo había sido el que había asesinado al Rey Tatsuki III, a plena luz del día. Entrando de súbito al castillo, con los suficientes y leales hombres para entretener a los demás soldados. Mientras él, en cuestión de segundos cortaba cabezas y miembros de la escolta real. Dicen que el Rey Tatsuki pudo ver al mismo demonio en los ojos del guerrero. Y la imagen se quedó en ellos aún cuando su cabeza fue separada del cuerpo. Decían que sus ropas y su espada habían quedado azules por la sangre del Rey Tatsuki.


Yo lo conocí y por suerte estaba de su lado. Es curioso ver como los enemigos y las personas que le temían lo llamaban el Demonio Azul (si es que se atrevían a mencionarlo), mientras los que peleamos a su lado, sólo pudimos llamarlo “el Guerrero”. Nunca entendí sus razones, creo que en el fondo, él sólo quería luchar. Alguien debió haber hecho una diplomacia excelente, talvez un pacto con el demonio, para lograr que tan sorprendente ronin peleara de nuestro lado. Lo cierto es que durante todo el tiempo que peleo nuestra guerra, a él nunca le interesó el oro, ni las mujeres, ni el poder. Aunque claro, el poder él lo tenía.


Muchas eran las órdenes de matarlo. Muchos los intentos fracasados. En verdad creo que él era un ser inmortal. Tal vez si moriría algún día, pero lo cierto es que no sería por un arma humana. A un demonio sólo un shinto podría llevárselo. A pesar de todo, yo peleé a su lado. Puedo decir que siempre dejé mi vida en sus manos. En el campo de batalla lo di todo por él, no por que me necesitara, sino por que tenía esa extraña fuerza. Ese poder sutil que se va metiendo en cada hombre de su batallón y que te hace entender que pelear a su lado no sólo era lo correcto, sino que era algo que estaba escrito.


Siempre me pregunté por que me eligió, pero lo cierto es que el Guerrero era eso, un guerrero. El no usaba las palabras. Las ordenes, el valor y la fuerza para seguir peleando nos los ofrecía en el combate. Por medio de su katana era capaz de decirnos aquello que mil poetas han querido decirnos a través de sus versos. El sólo verlo luchar a tu lado hacía que creyeras que tú mismo pudiste haber sido quien mató al Rey Tatsuki. Pensar que tú mismo fuiste el que cazó ese dragón y que también tenías su bendición. Lo cierto es que el Guerrero era todo. Fue él quien me enseñó a pelear. Fue él quien ganó nuestra guerra. Quien liberó a nuestro pueblo y creo que eso nunca le importó.


Estaban apagando los últimos incendios, era el último castillo, el Tokonabe había sido derrotado, el castillo Matsushiro por fin había caído bajo nuestras manos. Era un nuevo amanecer y el sol comenzaba a levantarse en el cielo. Todos los soldados estábamos en silencio, cansados de la batalla. Más que la batalla, la guerra. La gente comenzaba a respirar nuevamente, podías sentir perfectamente en el aire el olor a libertad. Por fin el pueblo era libre.


Fue en esos momentos de quietud que lo vi, su figura seguía siendo imponente. Se alejaba lentamente, al oriente, hacia donde nacía nuestro nuevo sol. El demonio azul. El Guerrero. Se alejaba, siempre en su postura de combate, siempre con la mano lista para tomar su katana y con los sentidos bien abiertos. Lo seguí con la mirada mientras se adentraba en el bosque. Tuve ganas de seguirlo, de continuar luchando a su lado. Pero lo cierto es que yo había terminado mi guerra. Ya no tenía fuerzas. Tampoco estaba escrito el que yo siguiera a su lado. Como buen guerrero entendí que sus batallas no eran mías y que su guerra, a diferencia de la mía, no había terminado. Cuando su figura se adentró lo suficiente en el bosque, lo perdí de vista. Nunca volví a verlo.

¿Esto es un meme?


A petición de: Desnúdate y haz un ritual, hice la siguiente lista (mientras me desnudaba y hacía el ritual correspondiente):


Cosas que me cagan


1.- La gente (en general)

2.- Los anónimos.

3.- Que la gente no lea mi blog, por que a veces creo que logro hacer algo trascendental.

4.- Que las personas no me crean o se tomen las cosas que les digo a la ligera.

5.- Estar deprimido.

6.- Enamorarme y desenamorarme y enamorarme y desenamorarme (sea de la misma o de otras)

7.- Tener que comer, la verdad me molesta demasiado tener que depender del alimento para seguir vivo.

8.- Tener gastritis, colitis, bronquitis, hepatitis y meningitis.

9.- Tener que hacer tareas y levantarme temprano para seguir en la escuela.

10.- El mundo.


Y sale, si alguien quiere copiarla, está chida la idea jajajaja

martes, 2 de junio de 2009

Del Pudor

Me quito lentamente la ropa y quedo desnuda frente a él. Me mira lentamente, su cara es de lujuria. Me mira de arriba hasta abajo, su mirada se detiene en cuatro puntos: mi cara, mis pechos, mi cintura y mi sexo. Yo sé lo que pasará después, yo sé que lo amo y sé lo que él siente por mí. Cuando me recuesto y abro las piernas me ruborizo. ¿Has probado hacerlo con pudor?


Inspirado en: Amanecer