martes, 2 de diciembre de 2008

Del amor

He estado pensando en eso del amor, tantas personas hablan de él, lo crean, lo destruyen, lo comparten, hasta lo venden en fechas especiales (bueno, algunas mujeres de manera habitual) Y sin embargo, nadie termina por definirlo de la manera correcta.

Yo siempre pensé que el amor era predestinado, que encontrabas a la persona especial, la veías por primera vez y perfectamente sabías que tenías que estar con ella por el resto de tu vida. Muchas veces me engañé y defraudé de esta manera, pensando que el falso enamoramiento que sentía hacia una persona era el amor puro que aparecía a mi puerta, entraba sin pedir permiso y me decía “ella es con la que estarás el resto de tu vida”. Por un tiempo todo iba bien.

Pero luego sucedió que ese amor me dejó, la persona que alguien había creado para mí no estaba conmigo. Entonces debí de haberme equivocado, de chica o de creencia. Lo volví a intentar, con una y con otra y con otra. Sin cambiar mis paradigmas me enamoraba de forma compulsiva, engañándome y desgastándome poco a poco y sin darme cuenta. Por que bien es sabido que el corazón así como el cuerpo se desgasta. Se va acostumbrando al mal querer y los besos simplemente ya no saben igual. Mi lista continúo aumentando y a las personas aún les parece curioso que tantas personas hayan pasado por mi vida. Cuando menos te das cuenta ya ha pasado mucho tiempo y ya no quedan ganas. Es curioso ver como la vida se va llenando de antiguas novias y te vas quedando sin amigas. Pero yo no lo veía ni quería cambiarlo.

Con el sexo todo fue peor. En verdad, es uno de los placeres en la vida, pero como todos ellos es demasiado peligroso y usualmente el costo que terminas pagando es más grande de la inversión inicial que pensabas hacer en un principio. Das demasiado amor, dinero, tiempo, esfuerzo para darte cuenta que lo estás haciendo con una persona que no amas realmente y te das cuenta que el sexo con amor no es la cursilería que pensabas. Y lo volví a intentar, una y otra vez, la lista vuelve a crecer, ahora de manera distinta. La cuenta crece y cada vez quedo a deberle más al corazón. El egoísmo me hace entender que a cada momento que comparto con una persona de esta manera le voy regalando un trozo de mi corazón, pero al no amarla de la manera debida ella no puede entregarme el suyo y lentamente me voy quedando vacío.

Últimamente he pensado mucho en el amor, en el desamor, en la infidelidad, en los matrimonios por sólo 5 años, en que los noviazgos largos pueden ser bastante aburridos y monótonos. Pero me doy cuenta, que el amor ya no es como lo pensaba, no sólo al idealizarlo y creer que todo era como un cuento de blancanieves, enamorarse y vivir felices por siempre. El amor no es así.

Es una elección, que haces día con día, que reflejas con la persona con la que estás, pero también cuando no está ella. Es preocuparse y entender que no todo es dulce entre dos personas, que el gran precio que pagas con el sacrificio diario de tener que aguantar a otra persona no se compara con la recompensa de amarla, de saber que es lo más importante para ti, de sentir que lentamente dejan de ser dos y comienzan a hacerse uno solo. El amor es como el sexo, cuando es bien llevado a cabo, las dos personas se funden en una sola, hasta terminar las barreras donde comienza uno y empieza el otro. Pero eso sólo se logra, día con día, no todo es pasión y excesos. También está el aguantar, el esforzarse, un pequeño ejercicio diario de ver que uno puede dejar de ser un poquito egoísta y centrarse en otra persona.

Ahora entiendo que yo sólo buscaba el amor en el desenfreno, en los besos desesperados y los orgasmos furtivos. Ahora entiendo que sólo es cuestión de educar al cuerpo y al corazón, enseñarles a disfrutar de otros sabores, el corazón también tiene su paladar, sólo es cuestión de enseñarlo a disfrutar los momentos agríos, amargos y salados de la vida. Por que no todo es dulce entre dos personas.

¿A qué sabe el amor? Dicen que sabe como a pollo.

Un poco de mí

Toma un poco de mí, guárdalo en tu cajón
Mira que estamos de oferta, todo te puedes llevar
toma mis pulmones todavía pueden respirar
el estómago es bueno: todo lo que quiera tragar.

Córtame los labios y ponlos en esa cajita, para que cuando no puedas dormir, la abras, los abras y te arrullen con sus cuentos.

Toma mis brazos, siempre agradables, para que te transmitan el calor que se escapa de mi cuerpo.

Mis manos, esas son para que no gastes las tuyas, las mías están trabajadas, maltratadas, listas para seguir sufriendo, para que no tengas que hacerlo tú

Llévate mis oídos y ponlos bajo tu almohada, te juro que los secretos que cuentes entre sueños nadie más los sabrá.
Por último te pido, que mis ojos los dejes intactos, sé que son bellos, sé que son sinceros y que a más de una persona han de enamorar, pero esos deja que me los lleve a la tumba, por que sé que no podría soportar el amarte y mirarte y saber que no podré tener jamás.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Mi vida contigo y sin ti

Acaso es tan difícil conseguir a alguien sincero, me preguntaste con tus ojos llenos de lágrimas. Es que todos son iguales, te prometen la luna y demás y al final todos se van. Mira que esta vida está llena de gente horrible, pero alguien como tú… eso sí es ser inhumano. Todo había empezado a pedir de boca, eras perfecto, mis amigos te amaban, hasta a mi familia tan chapada a la antigua la habías cautivada y para salir con esto. Pero mira que dejarme no creo que fuera en lo más remoto la mejor opción. Me dijiste que nunca me abandonarías y me prometiste el amor eterno. Nunca había desconfiado de tus poesías y tus canciones, era sincera al decir que te amaba y me entregué a ti. Pero no, para ti eso no era suficiente y comencé a alejarme, de los amigos, de la familia, mi mundo eras tú, todo girando en torno a ti y no era suficiente. Querías algo más, más pechos, mejor trasero, una sonrisa todo el tiempo… la verdad creo que ni siquiera tú sabías lo que querías. Aún así seguí adelante. Mira que te he amado como nadie lo hará jamás. Creo que el miedo era lo que te impulsaba, por más que yo rogaba que me amaras de la misma manera en que yo estaba enamorada de ti. Ahora aquél sillón en el que fumabas está vacío, sólo queda tu recuerdo y el humo. Pero el humo vuela ¿sabes? Se aleja y vuela al cielo y nunca regresa.
Ahora el cielo es lluvioso, pareciera que cada día que no estás llueve incontrolablemente, como la tempestad que tengo dentro de mí. No tenías que irte, pero creo que nunca quisiste quedarte. La tristeza te consumía y mi alegría no era suficiente para alimentar tu herido corazón. Bien sabía que comenzamos cuando ella te desgarró, sin embargo, tenía la esperanza de que me tomaras a mí como tu nueva luz, como tu esperanza, aquella que te levantará del suelo, te hiciera volar y volvieras a creer no sólo en la vida sino en ti mismo. Las cosas no tenían que ser así.
Me voy, dijiste y yo sólo te abracé, besé tus ojos y mire el vacío en ellos. No tenía que ser así pero tú ya lo habías escrito, que nuestros caminos estaban separados y que no se puede cambiar el curso de las estrellas. Nunca te importo la fuerza que mostraba para contigo, Nosotros… creo que nunca hubo un nosotros, sólo fuimos dos extraños tratando de no sentirse solos. Tú siempre estuviste solo y no querías dejar esa libertad. Eras esclavo de tu soledad y te sentías libre, como el lobo que sin tener una cadena no puede dejar de ser victima de sus impulsos. Estaba en tu naturaleza y esa no podía cambiarla. Mis lágrimas eran sinceras al decirte que te amaba, cuando exploraste mi interior y dijiste que tú también lo hacías, que llorabas y sufrías cuando estabas lejos. Creí fervientemente que me amabas cuando lo dijiste. No importaba que todo fuera mentira, no importaba nada más que tú. Lo malo era que pensaras lo mismo. No te importó el amor, la vida, sólo tu egoísta deseo y saliste en búsqueda de algo que ni siquiera tú sabías si existía.
No creo que hayas encontrado lo que buscabas, salir a recorrer el camino sin una dirección fija es como querer resolver un laberinto sin saber que en realidad existe una salida. Desgraciadamente la salida la encontraste, tal vez no era correcta, sin embargo la escogiste a ella y no a mí. Tu largo romance con ella por fin había culminado cuando yo estaba lista para vivir el resto de mis días contigo. Aunque sabes bien, que mi vida sigue contigo, siempre contigo, no importa lo lejos que estés, sé que un día volveremos a estar juntos, que serás mi marido y yo, amor mío, por fin podré hacerte feliz. Te preguntabas si existía alguien sincero y dime si no soy sincera si aún estoy amándote a pesar de que has muerto… si todavía sigo respirando tu humo.

Encuentros

Primer Encuentro

Me mirabas desde el otro lado del salón con tus ojos hermosos y rencorosos. Esa mirada enigmática enredándome a cada momento. Tú entablabas un juego del cual yo sabía muy bien las reglas. Guardar las apariencias. Bailabas como una musa, pasabas de mano en mano, de persona a persona, pero nunca tocabas sus bocas. Yo por mi parte en la esquina del lugar, entre las sombras, me deleitaba con tus formas delicadas. Perfectamente grababa en mi mente cada uno de tus pliegues. A todos los habías atrapado, todos aquellos que no te conocen. Yo al igual que tú, habíamos escuchado tanto el uno del otro y yo deseándote y tú pareciendo indiferente. Una sonrisa fugaz en tu rostro que desaparecía cuando me mirabas, cuando me miras a mí todo cambia. Es esa expresión en tu cara, donde bien sabes lo que estoy pensando, lo que quisiera hacer con mis manos. Pero eras un camino que no quería recorrer, aún no. Primero, teníamos que seguir, pues tus ojos lo dicen todo, cuando me atrapan, me enredan y capturan a los míos, los embelesan y todo, todo sin que nadie más que tú y yo nos enteremos. El ritual entre tú y yo.
Bailas, te pregunté y tú sólo me tomaste entre tus brazos, entre los ritmos sensuales y exóticos de las noches sin estrellas, donde tus formas y mis formas destruían antiguos fantasmas, de las ganas de visitar recónditos lugares tan olvidados. Detrás de tu cuello, en tu pecho, desgarrar tu espalda, todo apenas tomándote de las manos, con un vaivén tan suave como la música lo permitía. Perfectamente podía sentir tu piel llamándome por mi nombre, cómo si me recordara desde hace tanto tiempo y a su vez, sabiendo que mi cuerpo era perfectamente ajeno a ti. Y tú, seguías actuando, mostrándote como eres con los demás, cuando las miradas de la gente intentan atraparte. Pero lo supe desde un principio: teníamos que estar juntos como la arena y el mar. Como tu boca que me llamaba, esos labios dulces, rosados, tan cercanos… con ese sabor a cerveza, a tabaco y a la ciudad. Ese sabor que tanto me lástima.
Mis manos removiendo tus ataduras terrenales: un pantalón gentilmente deshilachado, una blusa que indecentemente escondía a un brassier estorboso, sólo tu pequeña ropa interior alejándome del paraíso. Mientras tu boca me recordaba que seguíamos en la realidad y me pedía fuego. Acercas tu rostro al mío cuando yo saco el encendedor y delicadamente tomas mis manos entre las tuyas, mientras la flama se acerca a tu cigarrillo mi corazón se acerca a ti, siento perfectamente como mi pulso se conecta al tuyo con ese simple roce de manos. Y yo sé que seremos uno antes de que la noche termine. Estoy seguro, que sin ti no puedo morir. No sin visitarte.


Segundo Encuentro

Tu cabello se enreda en mi cara mientras intento descubrir los recuerdos que guardas en tu cuerpo. Hace sólo unos momentos te veía y no te veía en la oscuridad, recordaba tus pechos pequeños, tus caderas adornadas con las cicatrices de tu alma que también se habían hecho presentes en tu piel. Has sufrido, amor mío y yo, quiero sentir un poco de ello. Te pido que me muerdas y me desgarres, que tus dientes y tus uñas sean los instrumentos de nuestro amor. Mientras clavas tus dedos en mi espalda puedo sentirte, flotando, volando a nuestro ritmo y la habitación llenándose de luz. Puedo ver como tu rostro cambia lentamente, se vuelve tan hermoso como si toda la vida hubiera esperado algo así, como si sólo me necesitaras a mí. Yo te necesito, a cada momento que estoy junto a ti y puedo saber que nunca me alejaré. Comienzo a ahogarme y te acercas y es tu aire el que respiro, eres tú quien me salva del precipicio, lentamente me alejas de la soledad, tomas la agresividad que hay en mí y la conviertes en algo hermoso. Es como si con cada movimiento tu cuerpo hubiera entendido lo que el mío necesitaba. Tenía sed, amor mío y es tu sudor aquel brebaje que me devuelve a la vida. Y tú lloras, tus lágrimas, un tesoro, tiernamente me dices que no te deje, que me quieres para siempre. Yo te digo que te quiero, te abrazo tan fuerte y duele. Sabes bien lo que es querer tanto que te duela. Y nos lastimamos, nos abrimos las heridas y las lamemos, nos curamos con saliva y con amor y nos lastimamos más y más. A cada momento puedo sentirlo, estamos a punto de explotar. Tú gritas, yo siento como mi pecho se desgarra, tus labios están llenos de la sangre que brota de mis heridas. Cúrame, te digo, Lastímame, quiero que duela, quiero que mi cuerpo refleje la pasión que siento por ti y tú lo tomas, metes tu mano y lo tomas y lo muerdes. Mi flujo vital escurre por las comisuras de tu boca mientras terminas de devorar mi corazón…


Tercer Encuentro

Por la mañana despertamos abrazados, nuestros cuerpos agazapados. Cuando yo abro los ojos, los tuyos me miran apaciblemente. Cómo estás, te pregunto y tú sólo sonríes. Quiero repetirlo, me dices, Pero por cuánto tiempo, te contesto, Para siempre… Te quiero para siempre. Y mientras me tomas por los cabellos sé que nos amaremos mientras dure esta noche. Este sueño hermoso del cual ya no quiero despertar.

sábado, 8 de noviembre de 2008

¿Y al mundo que le importa lo que es sólo de dos?

Que no entienden que tus labios y mis labios saben entenderse mejor por si solos.

Que los pensamientos están demás cuando los cuerpos se reconocen como viejos hermanos.

Lo he pensado y pensado y pensado, mira que enamorarse a los 50 años es difícil, cuando las carreteras no sólo han sido recorridas, sino que ya los baches de la edad se dejan sentir a cada kilometro.

Pero te apareces así, transparente, tus ojos que me miran y me emocionan como si yo fuera un chiquillo otra vez. Quince años eran tan pocos… estos días rogaría tener muy poco.

Mira que no sé que ves en mí, creo que tú eres la loca de la relación, yo sólo el antisocial. Pero eso sería asumir que tenemos una relación. ¿Y que tal si sólo yo te amara como loco, mientras tú, permaneces tan indefinida como quieras gozarlo? No necesitas amarme de vuelta, no sería la esencia de un verdadero amor. El verdadero amor es entregarlo todo sin preguntar nada a cambio ¿no crees? El amor, sin número del servicio social, sin cuenta bancaria, ni siquiera cepillo dental.

Pero podremos hablar de amor, si ni siquiera estoy seguro de si lo que siento es estar enamorado, puede ser como ya tantas veces el temor a la soledad, el deseo de terminar ese largo romance con ella y comenzar uno contigo. Pero puede ser que sea la comodidad, de tener una sonrisa que me reciba en casa, unas piernas que me cobijen en las noches de invierno y una boca con la cuál charlar a la hora de la comida.

No, no estoy seguro tampoco de que sea eso, aún si esto no fuera amor, no puede ser algo tan banal como una necesidad. No es mi naturaleza, me gusta estar solo y no quisiera sacrificarlo. Dime entonces si no es amor el querer que interrumpas mi privacidad. No sé, no puedo dejar de pensar en ti. Creo que Dios es un hijo de puta, cuando uno está decidido y quiere abandonarlo, a él se le ocurre que ese es el mejor momento para enviar a una persona como tú, que me revuelva el mundo, que me haga querer volver a escribir a pesar de haberme retirado hace versos de esa profesión. Y mírame, escribiendo sin el mayor pudor ortográfico, nada de métrica, nada de sintagmática, sólo sentimientos, sólo palabras queriendo desahogar lo que siento. ¿Qué siento? Que te quiero, que quiero quererte, que quiero darte el tiempo y que me des el tiempo para enamorarme plenamente. Siento que la vida se me acaba, que me pone triste el que no estés, que me pone loco el que aparezcas. Creo que me importas, como si fuera un interés puro, como si realmente no fueran dos días de conocerte, como si te quisiera de toda la vida.

Pero a los 50, no se pueden permitir esos bríos, uno debe mantener la calma y pensar que tal vez las parejas si sean para siempre, pero el corazón, los pulmones y demás ya se están por acabar. Que tal vez la mente no ha olvidado como amar, pero el cuerpo esa clase de amor no puede soportar. Quisiera poder tener tu edad, tu inocencia y tus bríos. En cambio me encanta contrastar, tienes suerte de que no sea yo un viejo raboverde cualquiera, en verdad que el carisma que me corresponde difícilmente podría alguien más superar.

En fin, balbuceo otra vez como jovenzuelo… Sólo quiero decirte que en estas palabras no tengo nada que decirte, que sólo siento lo que siento, que me siento enamorado, que en este momento estoy desesperado por no tenerte frente a mí, que evoco tu recuerdo, tu sonrisa y tu mirada y a cada momento siento que me pierdo, que se inclina mi balanza, que quiero tenerte cerca, que no me importan edades y compromisos sociales, disculpa sino soy tan buen prospecto… Pero sólo esto tengo para ofrecer. Si tú quisieras tomarlo…

Un beso, amor mío.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Santa Rosa

Leopoldo era un joven como muchos: asistía a la universidad, le gustaba jugar futbol en la selección de su escuela, salir al cine con su chica y divertirse con sus amigos. Su novia Andrea era una joven dedicada al estudio, de las más aplicadas de su clase, con la cual tenía una bonita relación que parecía estar próxima al siguiente paso: el matrimonio.

Tanto a Leopoldo como a Andrea les gustaba viajar en el coche de él, los viajes fuera de la ciudad eran costumbre cada fin de semana y a veces se entretenían tanto en estos que regresaban a León hasta altas horas de la noche. Usualmente visitaban Guanajuato, Celaya, Querétaro, Irapuato, San Miguel de Allende pero siempre les encantaba viajar a Dolores Hidalgo, tomar una nieve, pasear en el jardín y regresar hasta el anochecer. Sus padres continuamente les advertían que no era conveniente viajar a esas horas, sobre todo por que para regresar de Dolores tenían que pasar por la carretera de la Sierra de Santa Rosa que por las noches está más que desierta. Pero al ser ellos jóvenes responsables sus padres nunca quisieron prohibírselos.

En los últimos días había mucho revuelo en el estado a causa de la inseguridad por el narcotráfico, se rumoraba que incluso se estaban escapando reclusos de las prisiones, drogadictos de centros de rehabilitación y hasta los locos del hospital San Pedro. Pero las noticias también decían que sólo las ciudades como Celaya o León eran en verdad peligrosas.

El viaje en esa ocasión fue malo y a cada momento se inclinaba a ser peor. En la mañana la compañía eléctrica suspendió el servicio en casa de Leopoldo y perdieron más de tres horas en lograr que los trabajadores de dicha empresa reconectaran el servicio. Luego el automóvil comenzó a fallar y por más que Leo intentaba encenderlo no lograba mantener la marcha. Por último Andrea tuvo un imprevisto con la familia por lo que terminaron saliendo de la ciudad hasta ya avanzada la tarde.

En el viaje no hubo mayores contratiempos y al llegar a Dolores olvidaron el mal rato, comieron en un buen restaurante, compraron una nieve en el jardín y se sentaron a disfrutar de la alegría del lugar. El tiempo pasó volando y cuando decidieron regresar a León era casi media noche. El coche encendió sin problemas y partieron tranquilamente por la carretera de Santa Rosa. Estaban ya cerca de Guanajuato cuando el automóvil se apagó y Leopoldo mediante una maniobra un poco forzada logró estacionarse a un lado del camino. Por más de una hora estuvo jugando con el automóvil hasta darse cuenta que el tanque del combustible estaba vacio, Leo decidió que lo mejor era llegar a Guanajuato a pie, ir por gasolina y continuar con el viaje; sólo era como una hora caminando y podría regresar con un taxi por si el auto no encendía, además era imposible llamar a alguien pues en la sierra ni el celular de Leo ni el de Andrea tenían señal.

Andrea llevaba tacones además que era probable que el viaje fuera muy cansado para ella por lo que Leopoldo le pidió que se encerrara en el coche, callada y tranquila, él no tardaría más de una o dos horas en regresar. Empujaron el coche en medio de los arboles tratando de ocultarlo y Andrea se encerró en él, intentando dormir un poco, Leo se despidió con ademán de un beso.

Ella despertó un par de horas después, revisó su reloj y confirmo que Leopoldo llevaba ya tres horas lejos. Decidió que lo mejor era esperar en el coche como él le había dicho y trató de volver a dormir. En ese momento se dio cuenta de un ruido, probablemente era lo que la había despertado. Sobre el capo del coche se escuchaba un pequeño thomp thomp, thomp thomp como una especie goteo. Ella se sentía intranquila pero no quería salir del coche, por lo que se acurrucó lo más posible, escondiéndose en el suelo del automóvil y tapándose con su chamarra. Pasaron diez, veinte, treinta minutos en los que Andrea no lograba concentrarse en dormir, esos incesantes golpecitos en el techo del auto no la dejaban pensar en nada más… Una hora, dos horas y el thump, thump a momentos parecía más intenso, a veces parecía haberse detenido completamente. Andrea no consiguió dormir ni un solo momento, ni siquiera podía tranquilizarse, sólo esperaba que Leopoldo llegara pronto. Comenzó a amanecer y asomándose por la ventana, ella pudo observar muchas patrullas que se encontraban cerca del coche. Oficiales de policia se encontraban con sus armas apuntando hacia el coche, eran por lo menos cinco patrullas y unos quince policías. Andrea no entendía lo que sucedía, todo parecía tan surrealista.

Un oficial se acercó a la puerta del automóvil y con tres ligeros golpes a la ventana llamó la atención de Andrea, ella un poco temerosa abrió la portezuela y el agente amablemente le pidió que saliera, se acercara al grupo y que por favor no mirara hacia el coche. Ella salió un poco ofuscada, caminó de manera tranquila hacia la patrulla pero en el último momento volvió la mirada y vio a un sujeto con los ojos inyectados de sangre, golpeando el techo del auto con la cabeza de Leopoldo, que había sido arrancada del resto de su cuerpo.

Basado en la leyenda urbana (The boyfriend’s dead)

jueves, 18 de septiembre de 2008

Estamos en tiempos de sequía

Y nadie hace nada, nadie hace nada

Mientras todo se seca, las plantas se marchitan. Los animales, son los primeros en morir. Todo se va, todo se acaba ¿qué haremos, qué haremos? Cuando se acabe el mundo, no sé lo que harás tú. Yo silbaré, mientras todo se despedace alrededor, mientras veamos como la sequía nos lleva poco a poco. Creo que uno pudo evitarlo, no uno, miles, pudimos evitarlo, si tan sólo uno hubiera empezado alguien. Yo no, alguien más. No todo lo puedo hacer yo, pero no importará ese día. Ese día, ni siquiera podré decir que se acordarán de mí. Por que lo más probable es que ese día será silencio. Pero a eso vamos, por que después de la tempestad viene la calma y en estos momentos, la tormenta está a punto de estallar.

Si tan sólo alguien abriera la válvula de la presión. Si guardaramos un poco de agua, en lugar de hacer que toda fluya incensantemente llevándose todo a su paso.

Pero el día en que todo acaba se acerca y ni siquiera yo, que traté de evitarlo, podré pensar en ello. Si sólo nos hubieramos preocupado un poco... Pensar en eso... Que bonito erá pensar

lunes, 7 de julio de 2008

¿Cómo ser una mierda? (¿Original?)

En todos tiempos de decadencia créanme que he llegado a la conclusión de que todo es difícil. Que si uno quiere ser libre pensador tarde o temprano se dará cuenta que siempre está uno influenciado, desde la misma educación que se mama (es decir, la familiar). Que si uno quiere buena música, literatura, teatro, trabajo decente, un lugar donde vivir seguro… No sé, cualquier cosa de hoy en día parece ser una mierda. He ahí donde radica el problema, todo es una mierda, todo me da asco, pero nada es lo suficientemente mierda como para decir “de plano, hoy me vuelo la tapa de los sesos”. No hay tal, es como alguien que toda su vida come papillas, aún conociendo el sabor de la carne y del vomito, pero sigue comiendo papillas, no hay altos ni bajos, todo es constante. Como las viejas clases a las 8 de la mañana con mi profesor, todo un monólogo en el mismo tono y timbre de voz, era como encender la radio y dejar la estática funcionando… A los tibios los vomito dijo ése alguna vez y ahora el pan de cada día se sirve tibio.

Ese es el problema, mío, del mundo, tal vez sólo mío con el mundo. Todo está tibio, no hay frío no hay calor. Quiero algo negro, algo blanco, pero no esos tonos grises que hacen de la vida una experiencia amplia y completamente vacía. Hombre, es como vomitar con el estómago vacío.

Debo decir que no hacemos mucho para remediarlo, en lo personal, no soy el chico excelente que quería ser, pero tampoco soy el hombre negativo y asqueroso que pretendo. Quisiera definirme, luchar por una causa. Tomar un bando y decidirme completamente a luchar por él. Pocas son las personas que he conocido así. La mayoría sólo la he idealizado entre que están muertos o que sólo las conozco por libros (o fragmentos de los mismos).

Si tan sólo hubiera un poco de originalidad, realmente el mundo no me parecería malo si por lo menos se viviera de una manera… ¿Cómo decirla? Diferente, con un verdadero sabor, que la mierda realmente sepa a mierda y no a plástico para bromas. Es como el pececito con imanes en una pecera falsa. Los camarones hechos de surimi. Como el tipo que protesta con su playera del che y sus converse. La feminista que se acuesta con cuanto hombre tiene a la mano. La libertad manó, la mera libertad en esta vida.

En lo personal, quisiera que todo se fuera a la mierda, sólo estoy esperando y preparándome para el día del holocausto mundial, el problema es que ese mundo no llega y en lo mientras tienes que sobrevivir. Un Armaggedon, un Apocalipsis, desastre nuclear, una guerra mundial, guerras civiles, un infierno en la tierra. Por que de la perfección en este mundo, mejor ni hablamos.

viernes, 4 de julio de 2008

The good old times

¿Recuerdas aquellos días? Cuando éramos tú y yo juntos, los dos fumábamos en la azotea de tu casa, en los buenos tiempos. Íbamos en la secundaria, en diferentes grupos, nunca consigo recordar como fue que nos conocimos, es como si mi vida hubiera sido sin ti y luego contigo, como si el que entrarás en ella fuera un cambio de la noche a la mañana. Pero así era, amigos inseparables y las mamás diciendo que nos íbamos a casar y los niños en la escuela diciendo que éramos novios y yo que quería darte muchos besos y tú que te gustaban mayores. Era genial estar contigo, dicen que las mujeres maduran dos años más rápido y tú eras la prueba fidedigna de ello, lo malo es que la madurez se basa en sí ya tomas o fumas. Así comenzaron las tardes en tu azotea.

Tus papás se habían divorciado el año anterior y cada uno había encontrado la manera de deslindarse de ti, creo que por eso nos acercamos, yo necesitaba a alguien, tú también. La diferencia básica era que yo sólo te tenía a ti y tú, bueno tú eras bastante popular. Decían que te gustaba estar con los chicos, que los besabas y te escapabas para verte con ellos. Nunca fueron a tu casa, a tu casa sólo fui yo. También a mí me besaste, pero tus besos conmigo eran como un apretón de manos, eran sólo un saludo, como un abrazo entre amigos. Sabían a cigarro. Te gustaba fumar. Nos gustaba. A ti te encantaba ver el humo que se escapaba lejos hacia la inmensidad del cielo y desaparecía en cada bocanada. A mí también me gustaba el humo, el que salía de tu boca, el humo que quería aspirar. No el del cigarro, el de tus labios, ese humo de tono azulado.

Te gustaba jugar conmigo, sabías que me gustabas, sabías que en cualquier momento podía lanzarme sobre ti y besarte, también sabías que no era ese tipo de persona. Por eso fumabas, por eso a veces tomábamos cervezas, por eso le entramos a la mota. Por que te gustaba jugar conmigo y siempre había una buena excusa para acercar tus labios a los míos, esperar que yo cerrara los ojos y luego, luego nada. Creo que las mujeres son sádicas por naturaleza, mientras que los hombres rompemos huesos y carne con nuestras manos, las mujeres te destruyen de una manera sutil, si saben que las deseas sólo te harán sufrir por las ganas de tenerlas, si saben que no lo haces, harán lo que sea con tal de que las desees y así poder despreciarte. Tú no eras la excepción, te encantaba emocionarme, tú sabías que yo haría lo que quisieras, que éramos sólo amigos pero yo quería ser todo de ti. Bien lo sabías y por eso te dabas esos lujos.

Conmigo te portabas como con nadie. Pero no era desprecio, sólo era parte del juego. Jugábamos tu juego de reglas no habladas pero bien definidas. A decir verdad, nunca he entendido cuales eran los límites del mismo. A veces ni siquiera nos besábamos, a veces evitabas el contacto físico, otras veces me besabas, me tomabas de la mano. Recuerdo claramente esa vez en tu alcoba, donde terminamos bajo las cobijas, los dos abrazados y semidesnudos. Creo que hubo lágrimas también, te quejabas, de ellos, de los demás. Nadie te apreciaba como yo, pero de eso ni tú ni yo nos quisimos dar cuenta. Nunca nos dimos cuenta de que yo te amaba como loco y tú también lo hacías. De qué pudimos estar juntos pero nunca terminamos el estúpido juego.

¿Recuerdas esos tiempos en que fumábamos marihuana en tu azotea? En que tu cabello era largo y negro, tus ojos profundos, en que tus formas apenas se comenzaban notar, en que tus labios delgados se acercaban a mí, me besaban ligeramente, luego sonreías y me decías que te gustaba estar así conmigo, que querías irte conmigo, que nos fuéramos lejos, así como el humo, volar los dos juntos y separarnos de todo esto. Yo sólo te tenía a ti, tú sólo me tenías a mí. Fueron buenos tiempos.

lunes, 30 de junio de 2008

Dame la muerte chiquita

No sé cuanto tiempo más soporte. No sé cuanto tiempo llevo así. Dicen que una persona muere después de no dormir en una semana. Lo malo es cuando alcanzas a dormir unas horas y nada más no te mueres, pero tampoco se puede decir que sigas vivo. Así es como ha seguido esta vida. Esta vida traicionera que no me deja en paz. Pero la vida tiene nombre y ese nombre, como para todos los hombres, es un nombre femenino, con tal poder sus letras, en ese preciso orden que si tan solo lo pronunciare creo que caería fulminado en este mismo momento. Es que uno ama, pero el amor lo hace a uno tan vulnerable. Hay mi querida M, mi hermosa y preciosa M, mi vida en M que se decidió a no amarme, a quererme y no quererme y torturarme. M de maldad, M de maldita, M de Mordaz, M de Miedo, M de Mendigo. Pero es que M es tanto para mí, tan difícil de saber que es. Tan efímera, tan única, tan fría y tan indiferente.

Cada noche es lo mismo, cada noche sin excepción. Todo está tranquilo desde el inicio, a pesar del sereno, de la luna que sale con las estrellas, de la oscuridad que poco a poco ocupa todo, la noche como tal no me asusta, lo que me da miedo es la medianoche. Como decía, las noches en mi casa son tranquilas, para las diez todas las actividades han cesado completamente y la única persona que está inquieta soy yo. Hay días en que logro conciliar el sueño, otras tomo un libro para tratar de distraerme, algunas raras ocasiones, no tomo la menor precaución y sigo con mis actividades diurnas. Algunos dicen que estoy loco, lo sé, pero si supieran lo que sucede en esos momentos… También entenderían. Cada noche, es decir, cada medianoche aparece.

No importa si estoy dormido, si estoy sentado o parado, cansado, activo, preocupado, temeroso, excitado, nervioso, feliz o triste. Tomo conciencia desde la primera campanada, el reloj del abuelo, grande y antiguo comienza a sonar a las 12 y sé que en ese momento todo comienza de nuevo, no importa tampoco donde me encuentre, aun las veces que me he encerrado en mi habitación, al sonar la primer campanada ya estoy yo en la estancia, esperándola, si es que acaso ella no estuvo allí siempre, esperándome. Nunca recuerdo esas cosas con nitidez, es como si todo se diera en sueños. Pero lo sé de antemano, cada noche el coqueteo se repite. Un vals, un bolero, un tango, una canción comienza a sonar, una melodía proveniente del mismo lugar que esa mujer suena y yo me le acerco, le ofrezco el brazo y sin una sola palabra comenzamos a bailar. Uno tan cerca del otro que incluso en estos momentos se me hace extraño no recordar como es su rostro. Sólo recuerdo su aliento, siempre me embriaga su aliento es como una larga noche de juerga en un solo trago. Incluso creo que la he besado, M de Mis labios, M de Mambo, M de Minerva o de Melissa, M de Mía, de que la tomo en mis brazos, en que cada noche yo le pido a Dios que yo he de ser su dueño. Y así las doce campanadas, las doce campanadas que se extienden la noche con una sola pieza musical o acaso es toda una sinfonía de silencios, de movimientos perfectos entre ella y yo, con una interminable y extensa variedad musical, proveniente de sus labios, de sus caderas, es que ella es la música, M de música, M de Mi amor, M de Morir…

Dicen que usted trae las sombras y por dentro está toda herida, por una noche en su lecho, soy capaz de dar la vida

Pero está noche no, aceptaré las doce campanadas, bajaré al salón, la tomaré del brazo, bailaremos al ritmo del danzón, de los corridos, de la música maya, bailaremos y nos tomaremos como sólo pueden hacerlo dos amantes, como sólo podemos hacerlo M y yo, pero las doce campanadas no se terminarán nunca, ella no se irá nunca, me pertenece, quedaremos los dos juntos por siempre, quedaremos entre las sombras, en nuestro lecho, sólo una noche yo pido, una noche por la cual dar la vida, la noche que no termina nunca.

Dicen que usted trae las sombras y por dentro está toda herida, por una noche en su lecho, soy capaz de dar la vida

domingo, 29 de junio de 2008

Dicen que...

En la oscuridad de la noche, justo debajo del farol que no ilumina, aquel farol del cual sus lámparas fueron robadas desde hace años, puedes ver al hombre. Una gabardina oscura, casi negra, sombrero gris tipo gangster de los años 20, unos cigarrillos importados en su bolsillo frontal y siempre con uno encendido en su mano o en el rostro. Tú sabes quien es, has escuchado su historia, nunca te has acercado a conocerla personalmente, tal vez todos los rumores sean ciertos y si eso fuera verdad, entonces realmente estarías orinándote en tus pantalones al hacerle la pregunta: ¿Es verdad?

El te miraría, de la misma forma en que lo hace un muerto, con la mirada perdida, profunda, pero viendo hacia un vacío largo y lejano, pero a la vez, tienes esa sensación de que te está mirando a ti, de tal manera en que puede ver a través de ti, leer tus pensamientos, saber tus miedos, que poco a poco se mete en tu cabeza. ¿En verdad quieres saberlo? Te dice con sus dedos largos y fríos llevando el cigarrillo a su boca. Pero ya no puedes contestarle, quisieras que cambiara de expresión, que no te mirara de esa forma, que no te hiciera sentir de esa manera tan extraña. Un leve sí escapa de tu boca. Entonces el te lo diría, que fue verdad, que todo el pueblo se entero, que viste de esa manera peculiar debido a ello, que quedó marcado de por vida, como una lacra social, como un mito urbano… Que todo pudo evitarse.

Tal vez, tal vez eso diría, pero seguramente tú ya desviaste tu mirada, olvidaste al viejo de la gabardina que siempre sale en las noches, en sus rondas de vagabundo, más bien, de alma en pena. Giras la esquina, sin siquiera atreverte a pensar en él, el recuerdo te invade, esa sensación extraña que no puedes definir, te incomoda, la sientes sobre tu piel, sólo te queda correr, mover tu cuerpo y que este mueva tus ideas, olvidar todo. Pero bien lo sabes, al final de la noche te estarás preguntando ¿Será verdad?

sábado, 28 de junio de 2008

Malos ratos

Necesito una relación no un compromiso, me dijiste, que sí lo quería podríamos llegar a todo, a la cama, a la sala, a la bañera y hasta a la calle; que lo haríamos a cada momento, que lo haríamos como yo quisiera, que lo haríamos a tu estilo, a nuestros ritmos, que seríamos como dos conejitos uno arriba del otro, que podríamos salir a pasear, al cine, prestarnos libros, ver unas películas en casa, comer juntos, como si fuéramos… No, esa sería la condición, nada de esas cosas tan cursis, tan pinchurrientas y sobretodo por que la condición de nuestra relación sería esa, yo tendría lo que quería: a ti, y tú querrías lo que querías, lo bonito de la vida sin el costo que ella pide.

Yo no pude más que aceptar impacientemente, tenía esa urgencia de estar en tus brazos, de sentirme parte de ti, de saber que cada uno de mis besos es un te amo que sólo de esa manera podrías escuchar. Que el estar contigo en la cama, acariciándote, velando tu sueño, que aún cuando no me dieras explicaciones, que aún cuando todo podría ser una simple calentura de tu parte, que aún cuando no me quisieras yo te tendría, de una u otra manera. Pero las cosas no se quedan intactas, nunca lo hacen.

Cuando uno tiene un poco, con el tiempo quiere más y no sólo eso, sino que te sientes en tu derecho, de pedirlo, de exigirlo, de saber que es lo que quieres en que momento y que no aceptarás un no por respuesta. Pero en esta clase de cosas, esos caprichos no funcionan. Menos cuando uno llega a olvidar cual es la parte más débil.

Nunca hubo un contrato de exclusividad, podíamos salir con quien nos diera la gana. Yo por mi parte lo intenté un par de veces, cuerpos agradables, bellos que realmente encendían mis pasiones mundanas, pero falta algo, tu olor, ese sabor, el probar lo que sólo tu piel puede ofrecer. Sin embargo a ti eso no te afectó. Siempre hubo esa otra persona, a la que tenías antes que a mí. La que te hacía hacer locuras, con la que tu tono de voz llegaba al límite entre el sexo puro y el amor. Y yo no pude hacer nada.

De repente tu mirada cambio, cada vez era menos frecuente cuando aceptabas verme. Cada noche era más corta que la ocasión anterior. Cuando un orgasmo había durado tres días ahora sólo duraba dos segundos. Comencé a preocuparme pero me negué a perderte, a saber que lentamente te estaba perdiendo, que probablemente esas tonterías cursis, del amor y otras futilidades las habías encontrado en otro lecho.

Pero como el agua del río cuando la corriente no se detiene, fue imposible modificar el curso. Dicen que uno no puede cambiar el curso de las estrellas, yo no pude hacerlo con las tuyas. Quisiera que el camino estelar hubiera sido iluminado por todo el cielo rumbo a mi casa. Que un día te dieras cuenta que juntos podemos hacer un hogar. Pero al parecer sólo me queda seguir como esta noche, vertiendo lágrimas, una tras otra, llenando la cama de esa capa cristalina que te espera a ti, para decirte que te amo, que no puedo estar sin ti, que realmente jugué tu juego, pero me gustaría que jugaras el mío.

Todo esto es una lástima, si tan sólo te lo hubiera dicho

Supongo que ella sí se atrevió... Creo que no hay algo más horrible que saber que el hombre al que amas está en este momento haciéndole el amor a otra...