sábado, 28 de junio de 2008

Malos ratos

Necesito una relación no un compromiso, me dijiste, que sí lo quería podríamos llegar a todo, a la cama, a la sala, a la bañera y hasta a la calle; que lo haríamos a cada momento, que lo haríamos como yo quisiera, que lo haríamos a tu estilo, a nuestros ritmos, que seríamos como dos conejitos uno arriba del otro, que podríamos salir a pasear, al cine, prestarnos libros, ver unas películas en casa, comer juntos, como si fuéramos… No, esa sería la condición, nada de esas cosas tan cursis, tan pinchurrientas y sobretodo por que la condición de nuestra relación sería esa, yo tendría lo que quería: a ti, y tú querrías lo que querías, lo bonito de la vida sin el costo que ella pide.

Yo no pude más que aceptar impacientemente, tenía esa urgencia de estar en tus brazos, de sentirme parte de ti, de saber que cada uno de mis besos es un te amo que sólo de esa manera podrías escuchar. Que el estar contigo en la cama, acariciándote, velando tu sueño, que aún cuando no me dieras explicaciones, que aún cuando todo podría ser una simple calentura de tu parte, que aún cuando no me quisieras yo te tendría, de una u otra manera. Pero las cosas no se quedan intactas, nunca lo hacen.

Cuando uno tiene un poco, con el tiempo quiere más y no sólo eso, sino que te sientes en tu derecho, de pedirlo, de exigirlo, de saber que es lo que quieres en que momento y que no aceptarás un no por respuesta. Pero en esta clase de cosas, esos caprichos no funcionan. Menos cuando uno llega a olvidar cual es la parte más débil.

Nunca hubo un contrato de exclusividad, podíamos salir con quien nos diera la gana. Yo por mi parte lo intenté un par de veces, cuerpos agradables, bellos que realmente encendían mis pasiones mundanas, pero falta algo, tu olor, ese sabor, el probar lo que sólo tu piel puede ofrecer. Sin embargo a ti eso no te afectó. Siempre hubo esa otra persona, a la que tenías antes que a mí. La que te hacía hacer locuras, con la que tu tono de voz llegaba al límite entre el sexo puro y el amor. Y yo no pude hacer nada.

De repente tu mirada cambio, cada vez era menos frecuente cuando aceptabas verme. Cada noche era más corta que la ocasión anterior. Cuando un orgasmo había durado tres días ahora sólo duraba dos segundos. Comencé a preocuparme pero me negué a perderte, a saber que lentamente te estaba perdiendo, que probablemente esas tonterías cursis, del amor y otras futilidades las habías encontrado en otro lecho.

Pero como el agua del río cuando la corriente no se detiene, fue imposible modificar el curso. Dicen que uno no puede cambiar el curso de las estrellas, yo no pude hacerlo con las tuyas. Quisiera que el camino estelar hubiera sido iluminado por todo el cielo rumbo a mi casa. Que un día te dieras cuenta que juntos podemos hacer un hogar. Pero al parecer sólo me queda seguir como esta noche, vertiendo lágrimas, una tras otra, llenando la cama de esa capa cristalina que te espera a ti, para decirte que te amo, que no puedo estar sin ti, que realmente jugué tu juego, pero me gustaría que jugaras el mío.

Todo esto es una lástima, si tan sólo te lo hubiera dicho

Supongo que ella sí se atrevió... Creo que no hay algo más horrible que saber que el hombre al que amas está en este momento haciéndole el amor a otra...

1 comentario:

Dream Weaver dijo...

No, no, no, por eso hay que decir las cosas tal como son. Yo ya ando en eso, y verás que no me doy por vencida. Me cuesta, pero paso a pasito >_<