miércoles, 16 de junio de 2010

Regurgitando pollitos muertos



Todo está perdido, pensé, por lo que simplemente tomé la navaja y comencé a cercenarse poco a poco en la vena. Es curioso, en las películas todo es tan fácil… tan poético. La luz tenue que entra por la ventana mientras suena una melodía como Hoppipolla de Sigur Ros o Where is my mind de los Pixies. Pero no, es curioso que no siempre está el flashback con todos los recuerdos de tu vida antes de morir y que a veces uno sólo puede pensar ¿Por qué esta chingadera no corta mejor? Además de que el dolor no es tan hermoso como pareciera. Arde, mucho. Mientras tratas de cortar, ves un poco de sangre y piensas que ya está. Pero no, no podía hacerlo así nada más. De hecho antes intenté ahorcarme. Quise tener siempre la oportunidad de detenerme por si las dudas. Ese es el problema. Si uno quiere suicidarse debe hacerlo de golpe o de forma irreversible. Quedarte dormido o electrocutado o no poder salir del mar y ahogarte.


Por eso digo que fallé en un principio, quería ahorcarme, pero con oportunidad de detenerme. El problema es que fue tan dulce el momento a la casi muerte. La muerte chiquita. Casi casi un orgasmo. Pude sentir como comenzaba a desmayarme y relajarme que tuve tanto miedo. Me quite la soga del cuello y lloré convulsivamente. Ahí supe que tenía que ser algo irreversible.


La idea del suicidio me persigue desde hace tantos años. Tal vez no tanto, unos diez. Pero el hecho de que reaparezca cada dos o tres meses a hacer meya es lo que no soporto. He pasado por las fases. Desde el punto en el que uno piensa “¿Y si… me… diera un plomazo?” hasta el punto donde escucho voces que me dicen “ya nada vale la pena” o “¡hazlo ya, no seas joto!”. Pero lo he soportado. De una forma u otra he sido fuerte, me he levantado una y otra vez. Vivo en un continuo optimismo disfrazado de pesimismo. No creo poder llegar al día siguiente, por que terminaré matándome y eso a la vez me hace pensar que este es mi último día, que realmente quiero disfrutar, estar con una linda chica, comer un gran helado, recordar que prefiero una pizza a un helado, escribir un cuento o releer mi libro favorito.


También es curioso eso de la falta de autoestima y seguridad. Siempre me sentí como un suicida de segunda. Alguien que dice “puedo hacerlo” pero ni siquiera lo intenta. Es como quien dice “si guey, si me aviento de un salto del trampolín… pero hoy no, tengo hueva” Joto, eso es lo que es señores y señoras. Un joto que no tiene los huevos para atreverse. Es que por dios que todo el mundo tiene su historia. Que un montón de pastillas. Que tengo una marca bien fea. Que me cacharon tratando de aventarme borracha del quinto piso. ¿Y yo? Yo nada más pensamientos y nada de nada. Joto. Joto. No te atreves. Joto. Ándale puñetas, ya matate.


Por la parte de la religión no tengo el menor problema. Para mí Dios no existe. Y si existe uno, No es ese dios cristiano marica y machista. El cielo y el infierno son la jalada. El infierno donde sufres eternamente ¿Qué diferencia tiene a la tierra? Además, creo que uno termina acostumbrándose al sufrimiento, basta con ver a las personas pobres en la tierra. Por cierto ¿A dónde van los masoquistas que deberían ir al infierno? Digo, por que entre castigos eternos se las han de pasar de las mil maravillas. Y el cielo, el lugar más aburrido del mundo. Estar toda la eternidad sentado al lado de Dios. ¿Quién carajos creo ese concepto de morir y pasar la eternidad en el cielo o el infierno? Imagínate pasar toda una eternidad condenado a las llamas del averno o a la gracia del paraíso por algo que hiciste en vida la cual duró un máximo de… unos 100 años. Pasar toda la eternidad basado en algo que sólo duró una mugre de tiempo.


La reencarnación se me hace más interesante. Si uno pudiera regresar en otro cuerpo de otra persona. Si el tiempo no fuera lineal, que yo muriera y reencarnara en un soldado del antiguo Egipto o en un mensajero del imperio azteca. O para el futuro, regresar en forma de chica (y bien sabrosa) o de un animal. Por dios, tantas posibilidades. Tal vez incluso reencarnar pero en otro universo, tal vez uno paralelo donde las leyes de la física y la naturaleza no sean iguales que las del nuestro. O en un ser que vive a miles de millones de años luz de nuestro planeta y en vida nunca conoceríamos. Las posibilidades son infinitas y a veces he querido matarme sólo para saber como iría a reencarnar.


Pero luego llega el desagradable vacío. ¿Dónde se almacena nuestra personalidad? ¿En donde se encuentra el alma? Si la respuesta es el cerebro, entonces todos estamos jodidos. Si todo lo que vivimos, nuestros recuerdos, lo que somos, lo que fuimos está en nuestro cerebro al morir no quedará nada. Seremos parte de la nada, sólo un montón de átomos que tomaron una forma caprichosamente evolutiva que al final, al envejecer y no tener unos sistemas adecuados que lo soporten terminará por morir y desnaturalizarse. Y uno se convierte en nada.


¿Qué es la nada? ¿Cómo se siente ser nada? Cuando he tratado de pensar en eso, me mareo. Probablemente piensas “ah, pues que pendejo, si la nada es sólo cerrar los ojos” pero no es así, aún con los ojos cerrados existe la oscuridad, el negro dentro de tus párpados, eso no es la nada. Además tienes conciencia de que existes, de que estás. ¿Cómo sabes que eres nada? Simplemente desapareces, ni siquiera te percatas, un momento estás y al otro no. Todo lo que viviste al caño, entre un montón de madera y gusanos. Esa teoría realmente me aterra. Preferiría ir al cielo aburrido con tal de conservar mi mente intacta.


Pero ese día lo había decidido, que era un mal hijo, un mal estudiante, que no puedo conseguir trabajo y que siempre vivo con el complejo del erizo al 100 (quiero estar cerca de las personas pero a la vez me mantengo alejado de ellas para no lastimarlas). Convencido de ser una escoria humana, de no poder salir del hoyo del que había caído. Estoy cortándome y cortándome la vena. Sangré y no quería parar, pero era tarde, ella sabría que algo iría mal, estaría preocupada. Me di por vencido, no conseguiría desangrarme en tan poco tiempo y  sólo lograría hacer evidente mi necesidad de atención psiquiátrica. Con la posibilidad de ser internado y perder toda la libertad que nos confiere el suicidio. Por lo menos me queda una bonita marca.





Pero la marca no sirve de nada “Ni se ve tanto”. Puta qué quieren entonces, tal vez que salga a la calle con los sesos chorreando por un lado de mi cabeza. Que no he sufrido, dicen. Que nada más soy un egoísta que no piensa en los demás. Toda la puta vida aguantando en esta mierda de familia para eso. Perdónenme, pero no lo soporto más. Yo renuncio a ser hijo, renuncio a ser malo y renuncio a toda estas chingaderas. Jódanse la vida solos.