viernes, 10 de abril de 2009

Casi al final




Es curioso como nos comportamos en ciertas situaciones específicas. El ser humano es una raza bastante peculiar dentro de la naturaleza, yo creo que es el ser más antinatural que existe. Por un lado tenemos a la dichosa inteligencia, de la que nos jactamos y con la que racionalmente nos separamos del resto de los animales. Por otro lado, la inteligencia nos da pie a desarrollar un autocontrol. Podemos estar frente al plato más suculento del mundo con los jugos gástricos deshaciendo nuestro estómago y aún así no comer. Podemos dejar de fumar, de beber, de comprar, de follar, podemos llegar al grado de morir al no querer satisfacer nuestras necesidades.

Normalmente hacemos uso de nuestro autocontrol por razones bastante razonables. Dejamos de comer grasas y alimentos chatarras, queremos mantener un peso saludable. Le decimos adiós a los refrescos y al alcohol para darle un descanso a los riñones. Evitamos tocarle el trasero a la deliciosa mujer del jefe, por que ¡es la deliciosa mujer del JEFE! Y así seguimos, manteniéndonos a raya de las cosas que si bien no tuviéramos esa inteligencia correríamos por puro instinto a satisfacernos. Pero no, en lugar de eso, nos aguantamos y cuando tenemos la oportunidad traspolamos todas las ganas que teníamos con el primer objeto en otro. Si por ejemplo yo vi a Fulanito comerse un helado, se me antojó de muerte pero pues no le pedí ni una chupadita, pues me desquitaré tiempo después cuando tenga la oportunidad de comprarme un helado para mí.

Yo creo que por eso es que la gente se toma mucho tiempo cuando realmente quiere disfrutar, después de tener todo el autocontrol para no hacer muchas cosas que le gusta, se toma su tiempo, prepara toda la situación para satisfacer a manos llenas sus deseos. Entonces sí es cuando disfruta, pero es una cuestión muy especial por que la gente entonces no se apresura, sino que entra en otra realidad, una dimensión del placer donde todo lo que importa es gozar. Y ahí están bebiendo su copa de vino importado, fumando un habano fino, besando a una mujer exquisita, pero todo con su debido tiempo y lo mejor de todo, es el final, siempre se nota cuando ya va a ser el final, por que hay un momento de espera, es como si todo se detuviera por un segundo en el aire, antes de darle el último sorbo, mordida, beso y darse por servido.

Es precisamente en ese segundo, cuando todo queda en el aire, en que puede suceder la otra situación curiosa, en la que bien sabes lo que quieres, en la que puedes tener todo preparado: los boletos para el viaje a España, la carta de amor dirigida a esa persona (hasta con los timbres puestos), el libro que tanto trabajo te costó conseguir junto a un buen café y sin embargo; por alguna extraña razón nos mostramos reticentes a realizar nuestros deseos. Podemos tener muchas ganas de hacerlo y estar casi locos por aguantarnos, pero no lo hacemos. Es como si tuviéramos miedo… pero no tiene sentido, ¿miedo al placer? ¿A lo que nos hace felices?

Y así estamos a veces, a un paso de distancia de la felicidad, ya casi al final del viaje, sin lograr dar el último estironcito, detenidos sin tener una razón valida ni una explicación lógica, evitando ser felices, como si no lo quisiéramos, es como… como una trampa de arena, que lentamente te va deteniendo hasta que llegas al grado en que no sabes como salir de eso, ¡Cuando ya estabas a punto de llegar a lo que tanto deseabas! Pero así somos los humanos de incomprensibles, tan racionales y a la vez tan antinaturales, tan ilógicos, que a veces no tenemos la fuerza suficiente para dar un último pasito… Un último brinquito rumbo a nuestra felicidad.

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