miércoles, 21 de abril de 2010

La llegada (1 de 1)

 


Llegamos a San Luisito justo cuando se desató el invierno, el frío era tan intenso para nosotros que a pesar de tener la calefacción del automóvil en su máxima potencia podíamos ver nuestro aliento como si estuviéramos fumando. Yo estaba insoportable, el frío no me permitía ni encender un cigarrillo pues no podía bajar el vidrio y mi mujer nunca me permitiría llenar el aire con humo, la falta de nicotina me alteraba sobremanera, lo cual sólo fue molesto para mí, pues los demás trataban de dormir debajo de sus abrigos y sus cobijas. El viaje tenía un objetivo común: relajarnos de la vida en la gran ciudad, pero cada quien tenía sus motivos particulares.
Laura estaba tratando de superar nuestros problemas de pareja, es cierto que yo no había sido el más comprensivo, exceso de trabajo y falta de empatía emocional, pero también es verdad que ella no había podido superar su visita al médico hace seis meses. Ella tuvo la desagradable experiencia de ver su sueño roto. No podría ser madre. No es que yo no quisiera un hijo, pero a diferencia de ella, no era mi principal objetivo en la vida. Primero fue la decepción, pude ver como su corazón iba quebrándose, la persona que todo ese tiempo había sido mi mujer poco a poco se fue transformando en alguien completamente distinto. El resentimiento vino después, un mes después al recibir los resultados de sus exámenes posteriores. La causa de la debilidad de su útero había sido una enfermedad venérea que había obtenido por mí hace tres años, cuando nos casamos. Yo había tenido una vida bastante activa antes de ella, uno cree que puede controlarlo todo, un condón y todo está resuelto, pero lo cierto es que si hubiera sido más selectivo, si hubiera podido controlarme, ella no había sufrido eso. Seis meses de tristeza, en los que no sólo perdió sus esperanzas, sino también su plan de vida y todos sus sueños. Pensamos en adoptar, pero ambos sabíamos que todo iba demasiado mal como para intentar hacer tal cosa, como para compartir nuestro infierno personal con otro ser vivo. Un hijo no merecía eso.
En el asiento trasero dormitaban Ángela y Noel, una pareja de amigos que conocíamos desde nuestro tiempo en la universidad. La excusa para invitarlos era el conocer otros horizontes, relajarnos y poder sentir la paz de un pueblo pequeño y colonial como San Luisito, pero la verdad era que ellos lo necesitaban, su terapeuta se los recomendó. Era un secreto entre los cuatro, que nunca se mencionaba pero todos conocíamos, el que su relación nunca ha sido la mejor. Ellos tenían la facultad de poder hacerse mierda mutuamente y a pesar de eso seguir juntos. Tenían problemas desde los tiempos en que estudiábamos en la escuela y creo que hubo muchas cosas que nunca pudieron superar. Sufrían de males comunes que condimentaban su relación para una perfecta receta de heridas mutuas. Ángela y Noel eran demasiado activos en la cama, el problema es que esa actividad no siempre era dentro de la pareja. Creo que la primera vez fue Ángela, un antiguo novio se presentó en el momento menos oportuno. Justo después de haber discutido con Noel acerca de su relación, que si no formalizaban, que si él tomaba mucho, que si ella también, no recuerdo como empezó todo, pero una cosa llevó a la otra y lo que pudo ser una simple pelea de pareja terminó con Ángela en la cama de Luís, su ex novio.
Noel se reconcilió con ella dos días después sólo para que la verdad saliera un par de meses más tarde en una noche de copas en la que por desgracia Laura y yo estuvimos presentes. Estábamos en casa de Ángela con un par de botellas jugando a las cartas, póker y apuestas. Todos nos divertíamos, hasta que salió la ocurrencia hacer el juego interesante, en lugar de apostar dinero o prendas, jugamos a contestar preguntas, quien perdiera tendría que contestar la pregunta que le formulara el ganador. Jugamos cerca de veinte minutos, ciertamente entre los cuatro nos conocimos más, hasta llegar al desafortunado momento en que Noel pensó que sería gracioso preguntarle a Ángela si alguna vez le había sido infiel. El silencio sólo duró un par de segundos, un par de segundos en los cuales los cuatro callamos la verdad que todos sabíamos, pero ninguno se atrevía a decir. Desde entonces su relación fue de mal en peor.
El amor entre ellos fue tan grande como para no terminar su relación y, rara cosa, parecía haberse hecho más fuerte. Eso hasta que Noel le pagó con la misma moneda. Ojo por ojo. Todo se convirtió en una bola de nieve, si él se acostó con una puta sólo por venganza, ella respondía tirándose a un tipo que conoció una noche en un bar, por lo que él entonces se metía con Jazmín, la mejor amiga de Ángela y Laura. Una infidelidad tras otra, una pelea tras otra, pero nunca pudieron dejarse. Por eso estaban con nosotros en ese coche, por un lado necesitaban olvidar, por el otro el alejarse de la ciudad que había visto tantas de sus peleas sería un paso adelante. Tenían que restablecer una intimidad, dijo su terapeuta y nosotros sólo teníamos que ayudarlos a pasar un poco de tiempo de calidad, de reforzar el amor que se tenían y lograr que su coodepencia se convirtiera nuevamente en una relación de pareja.
Por último, dormido junto a ellos debajo de un cobertor de bebé se encontraba Alberto, mi mejor amigo. A él siempre le emocionó la aventura. Estuvo tan ocupado en su vida buscándola que nunca tuvo oportunidad de crearse una vida de verdad. Tuvo muchas oportunidades, muchas mujeres con las que cualquiera soñaría con acostarse, tenía fama y fortuna. Siempre supimos que él era un artista. Se dedicó a la música, estudió cerca de una década para lograr el renombre que tenía actualmente, pero lo cierto es que su vida personal, sus amigos y personas que valoraba en su vida se reducían a una persona: yo. Sus padres se habían divorciado cuando él era joven y pelearon por no tener que cuidarlo. Por lo que tan pronto tuvo la mayoría de edad, dejó su casa y se fue en busca de sus sueños. Fue cuando yo lo conocí. Era una persona alegre, siempre rodeado de personas, siendo el alma de las fiestas, el galán que todas querían tener. Y a pesar de eso era el hombre más solitario del mundo. Tal vez por eso nos hicimos amigos a pesar de ser de mundos tan diferentes, por que ambos conocíamos la soledad. Es cierto que su música es la mejor, toda una promesa de nuestros tiempos. Pero también es cierto que necesitaba aprender a confiar, por eso lo invité al viaje con nosotros. Pensé que la convivencia con el grupo le haría bien, aprender a romper sus barreras y saber que hay otros seres humanos en que podía confiar. Quien sabe, tal vez en San Luisito podría conocer la vida simple de las ciudades pequeñas, la cordialidad de su gente podría abrir un poco su corazón y tal vez enamorarse realmente por una vez en su vida.
Pero lo cierto es que la razón principal del viaje había sido yo. Por eso todos aceptaron venir sin objeción. Había sufrido una crisis un mes atrás. Siempre fui una persona ordenada en la vida. Metódico y sistemático eran mis apellidos. Durante todo mi aprendizaje siempre fui el estudiante modelo, mis padres siempre estuvieron orgullosos de mí y me apoyaron cuando decidí estudiar psicología. Terminé la licenciatura sin problemas y la maestría tampoco fue un gran trabajo. Era adicto al conocimiento, a la intelectualidad. Siempre trabajando con mi mente, sudokus, juegos de palabras, literatura, juegos lógicos y matemáticos, adivinanzas y acertijos, ensayos, cubos rubyk, cualquier cosa en la que tuviera que trabajar mi cerebro la realizaba y con éxito. Pero lo cierto es que un día me di cuenta de que había llegado al límite. Me di cuenta de que mi vida no tenía sentido, tanto tiempo almacenando conocimientos, aprendiendo teorías, leyes, reglas… Tenía mi fama como psicólogo y en mi consultorio siempre tenía trabajo. Me casé con Laura, por que la amaba, por que con ella era feliz y podía construir una vida. Tenía buenos amigos y mi familia no podía estar más orgullosa. Entonces descubrí que me sentía vacío. Había logrado todo lo que me había propuesto en la vida, pero nada tenía sentido si un día iba a morir igual que todos. No soporté esa idea.
Eso pasó un día en mi consultorio, Marco había sido un paciente con quien había tenido terapia cerca de seis meses. Era un chico en verdad sorprendente. Tenía una creatividad sin límites, se dedicaba a la pintura y su arte había viajado por todo el mundo. Conocía París como la palma de su mano. Había estado en los cinco continentes y tenía un par de millones, a pesar de sólo tener 25 años. Nunca entendí por que me eligió a mí pudiendo pagar a un terapeuta de renombre internacional. Cuando acudió a mi consultorio fue por que creía que yo podía ayudarlo con sus problemas de depresión. Había tenido varios episodios y acudía con los mejores psiquiatras, para su medicación. Pero además de eso quiso una terapia psicoanalítica, quería que yo le ayudara a entender de donde había salido su tendencia a la depresión. Se resistía a creer que todo fuera algo orgánico. La terapia había tenido sus resultados positivos. Yo noté una mejoría notable en él y sus episodios depresivos eran cada vez más escasos. Yo llevaba tiempo pensado en darlo de alta. Luego sucedió. Lo encontraron en un cuarto de hotel. Se había cortado las venas y había pasado sus últimas horas destrozando sus últimos cuadros, redibujando en ellos con su sangre, rompiendo marcos, desgarrando papel. No había dejado una nota, ninguna explicación de por que había tomado esa decisión.
La prensa dedicó muy poco a tiempo a Marco. Una primera plana, un par de reportajes en la televisión, un mini documental de una hora acerca de la vida del artista y su trágica muerte y luego, lo olvidaron, pasó a ser parte de la cultura pop. Su arte había viajado por todo el mundo, era un artista que había logrado a una edad tan joven lo que otros intentan toda una vida. Su obra era única y ha sido admirado por grandes pintores y críticos. Pero al final de todo lo olvidaron, como otro producto desechable. No logré superar que su existencia terminara de esa manera. No sólo había sido mi paciente, había sido una inspiración, un ejemplo a seguir, quería ser como él. Lograr en la literatura lo que él hizo con sus pinturas. Pero, qué sentido tenía que yo escribiera lo nueva novela del siglo XXI y muriera famoso si al final, iba a terminar pudriéndome como él. Abandonado en una tumba. Todo lo que fuiste se termina en un segundo y nunca más vuelves a existir, esa es la vida.

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