viernes, 25 de enero de 2008

El hombre de la guitarra

Alguna vez leí en algún lugar una historia acerca de un hombre atrapado en los campos de concentración Nazi, la historia va más o menos así:

En los tiempos de la segunda guerra mundial, en un campo de concentración se vivía la opresión Nazi, a tal grado que los judíos se sentían completamente deprimidos. Un día en uno de los patios apareció uno de ellos con guitarra en mano y comenzó a tocar una bella canción con tal pasión que los presentes comenzaron a cantar con él. En poco tiempo los soldados alemanes fueron a ver que era lo que estaba sucediendo y al ver al hombre le quitaron su guitarra, la lanzaron contra el suelo quebrándola, quedando esta destrozada.

Al día siguiente el mismo hombre acudió al patio y volvió a cantar su canción, esta vez llevando el ritmo por medio de aplausos y la gente nuevamente comenzó a cantar con él. Pero los soldados no podían permitir esa situación, por lo que se llevaron al hombre, le cortaron ambas manos y sabiendo que no volvería a aplaudir lo dejaron en su celda.

Pero hubo un nuevo día y como los anteriores el hombre acudió al patio, esta vez únicamente con su voz reinició la canción por tercer día y las personas de nuevo se sintieron felices al grado de cantar con él y ser ellos los que llevaran el ritmo con sus palmas. Pero los soldados por tercer día regresaron y se llevaron al hombre. Le cortaron la lengua seguros de que esta vez el asunto quedaría resuelto.

El cuarto día el hombre volvió a salir al patio para estar junto a toda su gente. Silenciosamente se sentó en el suelo y comenzó a moverse de un lado a otro llevando el ritmo de aquella canción que ahora había quedado sin guitarra, sin aplausos y sin voz. Y la gente volvió a animarse, llevando el ritmo con él, moviéndose la multitud al parejo. Todos en una silenciosa canción que levantaba el espíritu de todos aquellos que todo lo veían perdido.

La historia había quedado ahí, almacenada en mi memoria como un breviario cultural más. Hasta hace un par de días que regresó momentáneamente a mi recuerdo. ¿Qué significado podría tener esta historia? El mensaje es sencillo, todos deberíamos ser como ese hombre, que por la motivación que tenía de mandar un buen mensaje a todos lo hizo aún sin manos ni lengua. Pero ahora que lo reflexiono un poco más a fondo, no es la única lección que podemos tomar de la historia.

Yo me pregunto ¿y cuantas veces no he sido yo como los Nazis de la historia? Me avergüenzo de mí mismo al pensar que fueron muchas más que las que yo hubiera querido. Muchas veces me he visto en la situación en la que alguna persona tiene esa alegría, ese entusiasmo, esa chispa de vida y yo, como agente de la sociedad actual, le digo que no debería de ser tan feliz.

¿Has escuchado alguna vez la expresión “demasiado feliz”? Probablemente la hayas escuchado en Patch Adams, aquella película con Robin Williams. Para quien no la haya visto, está basada en una historia real. Trata de un estudiante de medicina que propone que a los pacientes se les debe dar un trato más humano, si es posible, hacerlos reír para que se sientan mejor a pesar de sus enfermedades. El problema es que el decano de su facultad cree que Patch (el estudiante del que hablo) está loco, pues el médico no debe ser en ningún momento como cualquier ser humano. De la escena a la que me refiero, es cuando Patch mira su expediente y lo catalogan como alguien “demasiado feliz”.

Cuando yo la vi dije “es que ese doctor está loco” ¿cómo alguien puede ser demasiado feliz? Ahora, años después me doy cuenta que más de una vez yo he dicho lo mismo. Por lo que yo veo todo se debe a la vida actual, es decir, que nuestra vida es tanta producción, tanto desarrollo, tanta tecnología, tanto movimiento que no podemos darnos el lujo de ser felices. De esa manera la persona que es feliz es por que está perdiendo tiempo. La única manera de ser feliz debería ser cuando una persona ha trabajado tanto que tiene millones, éxito empresarial y profesional. No por algo tan simple como estar vivo.

Regresando a los Nazis, les decía que yo en más de una ocasión me he portado como uno y hasta el día de hoy me estoy dando cuenta de ello (afortunadamente sólo tengo 20 años, probablemente pueda enmendar ese graso error). Han existido personas como Andrea, mi exnovia que quiso estudiar psicología en la Universidad de Guanajuato y yo sin tener el tacto necesario (por que soy “demasiado honesto) le dije que lo que hacía estaba mal, presumiéndole mis éxitos en la misma empresa (yo también presenté en la misma carrera) y criticando sus errores, sin pensar ni siquiera un momento en el daño que hacía al no darme cuenta de que en verdad no tengo la menor idea de lo que es ser ella.

Mi primo Emilio también fue mi victima, cuando era pequeño era “demasiado” feliz, activo y cariñoso. Siempre quería estar conmigo (por alguna razón, suelo ser muy querido por los niños) y yo no se lo permitía. Aún en estos últimos días cuando ya es un adolescente no me tomo la molestia de contestar sus mensajes, de visitarlo y jugar un rato con él. Sin darme cuenta poco a poco contribuí a matar su espíritu de niño.

Con Alex, mi otro primo (quien lleva el mismo nombre que yo, como una especie de homenaje a mi persona) pasa casi lo mismo. No lo visito, no le hablo y nunca quiero jugar con él. No quiero pensar que puede pasara el día de mañana cuando el tenga su primer novia, su primera relación sexual, su primer auto, su primer trabajo… Y no me lo diga, por que piense que a mí no me interesa.

¿Mariana? ¿Qué puedo decir de la Bebé? Fui el amor de su vida, en verdad me quiso como yo nunca tuve una idea. ¿Y yo? Yo sólo estaba solo y quería tener con quien “divertirme”. Nunca me di cuenta del costo de lo que estaba tomando. Ella me daba tanto amor y yo sólo le di mi calentura, mi estúpida calentura de adolescente. Un día sin más ni más me desaparecí de su vida, sólo para molestarla años después (y aún quejarme de que no me quiere demasiado)

En estos momentos también pienso en Claudia. Probablemente haya sido la mujer que más me haya querido en esta vida. Y nuevamente erré en no darme cuenta de ello, aún peor, en no querer darme cuenta de ello. Ella llenaba mi vida (ahora tan vacía desde su partida) y yo pensaba que en realidad estaba invadiendo mi espacio. Ella hacía el amor y yo sentía que era sólo sexo. Ella me amaba y yo la quería. Estoy seguro que el día que le dije “no quiero volver a verte” soplé demasiado fuerte en la llama de felicidad en su vida. Me duele pensar que mañana estará peor gracias a mí. Afortunadamente, ella aún es muy buena y aún me ama. A pesar de todo.

Mi hermanita… (Por adopción mía, pues oficialmente no somos de la misma sangre”… comenzamos como amigos, pero ya es mi hermana) ¿Les he contado acerca de ella? Es una niña hermosa, ella es la viva imagen de lo que significa ser “demasiado feliz”. Diario tiene una sonrisa para iluminar todo a su alrededor. Pero en verdad, es que siempre tiene una sonrisa. Y yo fui tan egoísta con ella, pensando que me necesitaba para resolver sus problemas. Que en verdad era tan dependiente que me necesitaba para resolver todos sus problemas. Recuerdo cuando le robaron todo y yo con una estúpida actitud tipo “ahora vuelves arrastrándote con la cola entre las patas”. No me di cuenta del privilegio que yo tenía en ser su hermanito. En que confiara tanto en mí para pedirme favores que no a cualquier persona le pediría. No me di cuenta que vale más una amistad que 100, 200, ¿500,000,000,000? pesos… Gracias a Dios, sigo siendo su hermano, que francamente estos días estaría perdido sin ella.

Ernesto, mi mejor amigo de todos los tiempos. Por dios lo único que me faltó para ser la persona que más lo ha lastimado fue haber sido mujer (y su novia). Siempre pensando que mi vida es más importante que la suya, que yo soy más listo, más inteligente, mejor con las palabras, mejor con las chavas y nunca me daba cuenta que es la persona con el corazón más puro que he conocido. Que a pesar de todo, siempre está para uno. Que cuando el ha tenido tantos problemas yo siempre he estado ocupado. Pero para pintar mi casa, conformarte cuando nos robaron (casi 60 mil pesos en menos de 5 minutos), para hablar acerca del amor de mi vida, para hablar acerca de cualquier tontería que me pasaba; el siempre estuvo ahí, junto a mí apoyándome. Y yo sin tomarlo en cuenta.

Y Jorge, no puedo escribir todo esto sin mencionar a Jorge. El ha sido mi mejor amigo (él, Ernesto y yo, siempre los tres. No puedo pensar en uno sin el otro) de una forma que nunca nadie había sido conmigo (ok, sólo Ernesto). El me enseñó tantas cosas de forma tan sutil que hasta ahora, años después me doy cuenta. Gracias a él aprendí una de las habilidades más grandiosas que he conocido (siendo él mi ejemplo) la cuál es resolver problemas. Él siempre ha tenido una respuesta para todo, para todo y no exagero. Si el se lo propusiera te aseguro que podría armar una antena satelital con un tenedor y un pedazo de papel aluminio. En verdad, que nunca me di cuenta que a cada paso del camino que recorría junto a ellos aprendía a ser como él. Ser una de esas personas a los que todos piden ayuda, pues saben que el está dispuesto a realizar cualquier empresa por riesgosa o difícil que sea. Pero nunca se lo dije cuando estábamos cerca. Ya que ahora suelo no ver a ninguno de los dos por meses... ¿años?

Cynthia, no puedo hablar de Ernesto y Jorge sin hablar de Cynthia. Ella es la mujer más joven que he conocido. Es decir, es la persona más joven que he conocido con un alma de niña y a la vez la madurez que muchos adultos envidiarían. Me enseñó a volver a confiar, me recordó lo que es estar bajo la lluvia, tener una razón para fumar un cigarrillo. A disfrutar de la estupidez de la vida. Y yo, yo quise ligármela. No funcionó y quedamos como amigos. Como aquellos amigos tan cercanos que nunca se ven por que él está demasiado ocupado. El día en que ella tuvo ese caso gravísimo con su exnovio… Yo no estuve con ella. El día en que mi mejor amigo cortó con ella por volver con su exnovia… Yo no estuve con ella. Cada vez que se ha peleado con su madre, por una u otra cosa. Yo no estuve con ella. El día que fue a visitarme a Guanajuato, que quería compartir tanto conmigo… Yo no estuve con ella. ¿Cynthia, cuantas veces te he fallado? Espero que no tantas como a Ernesto (por que con él he tenido más tiempo de lastimarlo).

¿Y mi familia? Creo que nadie o casi nadie lo ha notado, pero nunca hablo de mi papá, ni de mi mamá, ni de mi hermano. Se supone que los quiero tanto y sin embargo, nunca hablo de ellos. En lugar de presumirlos. Al doctor en ingeniería que siempre ha estado en la casa, que no se embriaga, que nunca nos golpeó, que siempre nos dio un techo donde dormir y siempre fue tan cariñoso con nosotros. Al ama de casa (además de maestra de tiempo completo) más amorosa que he conocido, que siempre ha estado en la casa por nosotros y dio todo por sus hijos. A pesar de haber estado cansada, a pesar de haber estado enferma, a pesar de haber estado fastidiada, siempre pude contar con ella. Y mi hermano, un ejemplo a seguir de nobleza y rectitud, siempre tan independiente, siempre tan fuerte, siempre responsable. Un día cuando yo sea grande me gustaría ser como él, trabajador, noble y tan… como él.

Y podría seguir así, hojas tras hojas acerca de las personas a las que he defraudado, lastimado y lo peor de todo, con las que he sido un Nazi quitándoles su felicidad. Siempre vi el otro lado de la moneda. Pensando en que yo soy un niño grande, una persona tan noble (a pesar de todo) y que la gente no se daba cuenta de eso, que las personas me lastimaban y que debería alejarme de ellas para no ser lastimado. Ahora me doy cuenta, que todo ha sido al revés. Que vi la paja en el ojo ajeno y nunca percibí las molestias por la viga en el mío. Sólo puedo decirles, que espero ustedes no tengan los mismos errores que yo, que se den cuenta antes de todo el daño que uno puede causar al niño interior de todos los que nos rodean. De toda la alegría que podemos robarnos por pensar que los demás “son demasiado felices”. Sólo espero que tú tengas más suerte que yo y sepas avivar esa llama, esa pureza en el corazón de las personas. Que seas como el hombre de la guitarra que a pesar de todo, siguió alegrando a la gente que lo rodeaba.

Nota: Para todas las personas que no mencioné, sólo puedo decirles que están en mi corazón. Que realmente, siguen en mi corazón y yo también seré como el hombre de la guitarra. A cantar, a bailar y tocar una canción que nos ilumine el corazón a cada uno de nosotros.

2 comentarios:

Dream Weaver dijo...

Estoy segura de que todos en un momento u otro de nuestras vidas hemos hecho lo mismo. Pero la única opción que nos queda es disculparnos y seguir adelante, así que no te preocupes, lo peor que te pueda pasar es que no te perdonen, pero si es así entonces no vale la pena pensar en ello.
Bueno... no sé si ése último sea buen consejo... pero se supone que por ser todos buenos y etc tenemos que perdonar...
En fin, últimamente tus entradas me ponen mucho a pensar. Pero eso sí, me gustan mucho.
P.D. Mi messenger está loco, te agrego y te agrego pero no me aparece tu dirección, será porque no estás conectado en el momento. (No es que te haya borrado como tú comprenderás, simplemente la dirección desapareció un día, me pasó con otras) Luego platicamos, suerte!!!

+*¨^¨*+ Un AnGe MoRt •·.·´¯`·.·• dijo...

... No estoy deacuerdo

Nadie le pidió perdon al hombre de la guitarra y siguió dando alegría, y cada quien a su manera se lo agradeció.

Tu ya lo hiciste y con eso me basta...

Quién dijo q el amor verdadero esta hecho a base de los buenos momentos?

Ánimo y echale pa´lante!

TK...