sábado, 19 de enero de 2008

XXX

Te acercaste y me lamiste la mejilla, para ser la primera vez que me veías me pareció de lo más atrevido… $5000, me dijiste, fue todo lo que necesité.

Arañazos rápidos en las zonas apropiadas, pequeños mordiscos en mi lóbulo y mi cuello, perfectamente sentí tu mano en mi trasero mientras restregabas todo tu sudor por mi cuerpo. Me miraste a los ojos, quise besarte, tu mano me detuvo y me arrojó a la cama, mientras desabrochabas mi cierre yo comencé a perderme en las grietas tan evidentes del techo. Pusiste tus labios en el lugar correcto, pero para mi, todo estaba en el desierto, ese desierto que estaba consumiendo la poca pintura en el techo de este cuarto, dicho sea de paso de un hotel para el sexo, recordando, los tiempos en que yo también vivía en mi desierto interior. Al no reaccionar, te detienes un poco y me preguntas si todo va bien, recordándome que eres mía por otros cincuenta minutos, yo sólo consigo afirmar con la cabeza, mientras vuelvo a sumergirme en las visiones.

Otros cinco minutos cuando te hartaste de mi mutismo y al no ver ningún cambio en mi conducta, decidiste pasar a algo más, probablemente con el afán de sacarme más dinero. Pude percibir la sensación y el olor del látex, como subías tus faldas y te sentabas tranquilamente sobre mí. Pero no quería regresar aún, quería recordarla, sus formas, sus ojos, esas caderas poderosas, esos labios que levemente se parecían a los tuyos.

Irene, dije y me miraste raro, preguntaste que como sabía tu nombre, hasta en eso te parecías, pedí disculpas, olvidé que tú querías llamarte Viridiana. Por un momento dudaste en irte, te pedí que te quedaras, te ofrecí mi cartera y comencé a ser participe de la penetración. En verdad comencé a interactuar, perfectamente pude darme cuenta como te cerrabas un poco más, pero no de la manera falsa para causar una eyaculación rápida, no, lo querías de la manera sincera, de la forma en que se pide a un amante que llegue hasta tus entrañas. Perfectamente pude sentir como entraba un poco y un poco más, tus labios se abrieron, gritaste y me besaste. Las putas no besan.

Te giré en un movimiento brusco, justo cuando estabas debajo pude ver su mismo perfil, en ese preciso momento en que comenzaba a tocar tu pecho, como llamando al corazón. Todo sabe tan delicioso cuando es algo nuevo simulando ser añejo. Cuando sientes que a pesar de ser la primera vez, todo se acomoda perfectamente, como nuestros ombligos quedando a la misma altura, como si estuviéramos conectados.

Se acabo el tiempo, me dijiste, por favor quítate de encima, me repetiste, te dije que te amaba, tu cara mostró esa sorpresa de alguien que no entiende lo que sucede, cuando me entregué por completo, pude sentir como te retorciste en un pequeño movimiento, que lo dijo todo.

Un orgasmo.

Te di mi cartera, las llaves de mi auto, de principio ya sólo querías irte, te supliqué que lo tomaras, no entendiste nada, pero era buen dinero, solamente te despediste y saliste del cuarto. Me senté, encendí un cigarrillo, mientras tomaba un trago a mi botella. Ahora mi vida sería tuya y yo no tendría que volver al hotel.