jueves, 7 de febrero de 2008

Hoy no conocí a una chava

Y me siento feliz por eso. Fue un día como cualquiera, de vivir solo, de estudiar solo y de comer solo. La gastritis comiéndose mi estomago y centromax como la opción más cercana. En lo personal no me gusta mucho el lugar, cuando voy solo. Cuando vas solo la gente te mira raro. En fin, una hamburguesa con papas y refresco a 39.90 es una oferta prometedora. Uno pasa a sentarse en una mesa y aunque estoy acostumbrado a sentarme y saber que no pasará nada extraordinario, sentí la tentación de escoger un lugar donde hubiera algo que ver. Y ahí fue cuando no la conocí. Estaba con una amiga (al menos eso parecía) y platicaban avivadamente. La verdad es que tenía una bonita sonrisa y no puedo negar que era guapa. A pesar de eso… había algo más. Mientras degustaba más por necesidad que por gusto mi hamburguesa comencé a tratar de adivinar su vida. Si era rica, si era clase media, si estaría en La Salle o trabajaba o que se yo. La verdad su historia fue decepcionante, más bien, mi historia acerca de ella fue decepcionante pues creo que lo que más me sorprendió es que no pude descifrar nada. Ella tenía algo raro, tal vez fuera precisamente el hecho de que no podía leer nada de ella. Es decir, tenía ese sabor a persona que a pesar de todo no ha sido tocada por la sociedad. Un insecto urbano como yo, fácilmente se sorprende al conocer a alguien así. Alguien espontáneo, sincero, que tranquilamente busca de mesa en mesa algún encendedor disponible. Encendí su cigarrillo y me dio las gracias para volver a su asiento. No pude evitar pensar que era una persona demasiado interesante. Que a pesar de sentirme tan extraño al no conocerla y tan tímido como para acercármele, no podía dejarla pasar. Una persona así se conoce cada cuatro años y sólo si se está en vigilia. Comencé a escribir, a pesar de que estaba pasando por un bloqueo habitual que me había detenido ya por tantos meses. Las letras fluyeron acerca de ¿Cómo se podía conocer a una persona así? La respuesta era sencilla. Sólo era cuestión de levantarse y caminar. Aunque en ese momento pareciera más difícil. Dispuesto a fumar otro cigarrillo, tanto yo como ella, saqué mi cajetilla y ella me pidió uno “es que ando de pobre” me dijo. Un cigarro y el agua no se le niegan a nadie, mucho menos a alguien tan… a alguien tan no conocido. En ese momento entregué la hoja de papel (además del tabaco y el encendedor) y recibí un “gracias” tan sincero, como no he visto otro en mucho tiempo. Rápidamente huí del lugar, sin saber que pasaría después. Tal vez nunca la vuelva a ver, pero lo cierto es que una persona como ella es como una estrella fugaz, sin importar lo rápido que pase, una vez que la has visto no se olvida. Hoy no conocí a una chava y sin embargo, no podría sentirme mejor.

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