lunes, 4 de enero de 2010

El rapidín

Puta, cinco minutos para clase. En chinga a correr a mear, me quedan otros cuatro y medio si me lavo las manos de prisa (de todos modos, me vale madre la influenza), después salir, coger a agandallar una silla en las mesitas del área de fumar y preparar todo. Abrir mi mochila, sacar un cigarrillo y el encendedor del bolsillo lateral luego, el reproductor de mp3, buscar una buena canción, tal vez Space Lion del soundtrack de cowboy beebop o Hoppipolla de Sigur Ros. Mientras con una mano muevo las teclas, con la otra me colocó los audífonos en los oídos, pongo el cigarrillo en mi boca y trato de encenderlo mientras mi vista sigue ocupada en mi dedo que por fin llega a la H del ipod. Un click y la buena música comienza a sonar, justo en el momento en que el tabaco hace lo suyo. Cuatro minutos no serán suficientes, llegaré 28 segundos tarde a clase…

Hasta el rapidín tiende a ser un gusto exquisito cuando uno ha educado a su cuerpo a disfrutar un buen orgasmo.

1 comentario:

Ange Jan Gmz dijo...

Un cigarro... un pequeño momento de placer que nos mata lentamente... aunque morir es delicioso. Y no sé porqué me imagine esa escena tan claramente.