lunes, 11 de enero de 2010

Visitas inesperadas


La puerta estaba abierta siendo que yo la había dejado cerrada con ambas llaves, estaba segura de que eso no significaban buenas noticias. No podía haber otra razón para que mi departamento no estuviera cerrado más que ella y eso sólo podía significar problemas. Entre directo a mi habitación, pero no había nada, todo yacía justo como cuando me levanté en la mañana y salí directo al trabajo. No quedaba mucho por buscar, cocina, vacía, sala, vacía, patio de servicio, igual, sólo quedaba el baño. Traté de girar el pomo de la puerta, pero estaba cerrado por dentro, estaba segura de que era ella, sólo podía ser ella, a pesar de eso, evité hacer ruido, mientras buscaba en el buró junto a la cama mi pistola, recargaba el arma y la cargaba. Todo era cuestión de esperar.


Llevaba sentada cerca de cuarenta y cinco minutos cuando por fin escuché movimiento, era el agua que se va por la coladera después de haber usado la tina. Seguro llevaba tiempo aquí y seguro también, iba a tardar en salir. Por lo menos otra media hora, por lo que fui a revisar el resto de la casa. El refrigerador tenía comida y había trastes limpios, no sólo vino y cocinó, también lavó sus trastes y me dejó un poco. Siempre tan considerada. Regresé de nuevo a la alcoba, siempre odié el tiempo que esta mujer pasaba en el baño y su mala costumbre de estar impecable sin importar las circunstancias. Pensé que era seguro que en ese momento estuviera arreglándose para salir, aunque no estaba segura si sabía que yo ya estaba afuera esperando. Otra media hora más en el sillón, pistola en mano y sin poder prender un tabaco, siempre quedaba la posibilidad de que en realidad no fuera ella, no me gusta ser descubierta y tomada por sorpresa.


Por fin, la perilla giró y pude escuchar el seguro botarse, un segundo después ella aparecía frente a mí y yo con mi pistola apuntando justo a la altura de su pecho. Debo decirlo Janeth siempre fue bastante excéntrica y siempre tenía esa clase de trabajos del límite, entre lo inmoral y lo ilegal, por eso no fue raro que saliera vestida como una especie de colegiala única: llevaba el cabello recogido en dos colitas, en la cara, los ojos delineados, la tez pálida y los labios en una mezcla entre negro y morado, una blusa negra de latex con corte gótico y un escote que dejaba ver sus hermosos pechos blancos, para rematar llevaba una falda de cuadros negros y morados que apenas cubría su trasero, él cual por cierto, sólo estaba resguardado por unos pequeños calzoncitos como de niña buena, para rematar llevaba medias de redecilla y unas botas de cuero con tacón de aguja. Su cara angelical, junto con esa mirada de inocencia que se pierde en el infinito daban el toque final. En realidad me excitaba esta chica.


¿Puedes bajar la pistola? Me dijo, sabes que me pones nerviosa y no de la manera en que me gusta. Sabes que no puedes estar aquí, yo soy una persona con suficientes problemas como para tenerte aquí. Lo sé, por eso vine a buscarte, por que tienes tantos problemas que seguro no te importará que yo te traiga unos pocos más… me están buscando, Esto último lo dijo con una sonrisa de falsa inocencia. No puedes venir aquí cada vez que estás en problemas sólo para que yo te salve el trasero. Creo que siempre me arrepentiré por haber dicho esta frase, pues ella se inclinó de espaldas a mí, lo suficiente para dejarme ver sus hermosas nalgas y decirme, Acaso no es un lindo trasero como para que no quieras protegerlo. No pude hacer más, tome la pistola, la puse en su nuca, la tome del cuello y la arrojé con fuerza a la cama.


Después de dejar la pistola a un lado todo fue muy violento. Me lancé sobre ella por detrás, arrancando su ropa interior de un solo jalón, tenía que tocar, besar, lamer, era como estar hipnotizada, embriagada por una tonta niña que no sabe cuidarse sola y sin embargo, sabía como obtener a la mejor como su guardaespaldas personal. Ella se dejó hacer y cuando paré para tomar un respiro, dio media vuelta, me tomó entre sus piernas y me acercó a sus labios, en un solo movimiento. Me besaba, mientras me desabotonaba mi camisa, me quitaba la funda del arma, se deshizo de mi sostén en un parpadeo y ahí estaba yo, medio desnuda sobre de ella, besándonos. Me pidió con su mano que metiera mi mano y era tan caliente, tan suave, tan delicada, como cada vez que esto pasaba entre nosotros. Ella liberó sus pechos y me dejo admirarlos, besarlos y ser parte de esa exquisitez, de esa obra de arte. Di gracias a dios por ese escote tan pronunciado. No pude aguantar más y le pedí que lo hiciera, para poder terminar con mi número favorito. Aunque me hace sentir un poco mal que ella siempre logra que yo termine primero.


Estábamos las dos desnudas mirando al techo de la habitación, con un brazo sostenía el cigarrillo que estaba fumando, mientras con el otro la abrazaba, pues a ella le encanta acurrucarse después de hacer el amor conmigo. ¿En que te metiste esta vez?, le pregunté, sabiendo que su respuesta no sería nada agradable, cada que hacemos el amor, sobretodo con esa intensidad, significan malas noticias. Esta vez no, me dijo ella, esta vez sólo vine por ti, Fern.

2 comentarios:

suspiros dijo...

odio aceptar que me excit...

Emma dijo...

Simplemente me encanta tu detallada forma de relatar, es delicioso exitarse contigo....