sábado, 18 de agosto de 2007

Día 3 (Sindrome de Abstinencia)

Otro día levantándome temprano. Extrañamente tomo la rutina de una persona normal, común, corriente, ordinaria, de esas que no usan más de un adjetivo cuando describen alguna situación o cosa. Preparé el desayuno, huevos revueltos con jamón, jugo de naranja, pan tostado, realmente aparentando ser una persona normal –cosa que sólo los nuevos en el público podrían considerar real- cosa que ni si quiera el mismo desayuno se tragaba. Terminé a tiempo justo para tomar una ducha, hacer un par de llamadas y quedar con unos compañeros del gremio de escritores.

Lo típico: llegar al café, sentarnos el extenso grupo –que normalmente es de 6 miembros aproximadamente- pedir sólo tazas, nada de comida; sacar aproximadamente una cajetilla por miembro de la reunión, además de los típicos libros aunque a veces sólo sirvan para farolear y como siempre, cada quien apenas se acomoda comienza una discusión acerca de la filología, filosofía, literatura, historia o cualquiera sea su materia estudiada y trabajada y rebuscada con la que tratara de abrumar a la persona que tiene a su lado, que guiándose por un estándar de categorías no escritas decidirá si es de la misma calidad que su interlocutor y responder a sus discusiones, si su calidad es la de un simple discípulo se limitará a tratar de lanzar un par de comentarios asertivos, pero a pasar la mayor parte del tiempo diciendo cosas del tipo “sí es muy cierto”. Si fuera de una calidad mayor, entonces sólo tendría que intercambiar un par de palabras para hacerlo callar, generalmente, en ese tipo de discusiones se deja hablar al otro por un rato y llegando el momento del hastío, un simple gesto termina con todo y se sigue tomando café.

Por suerte a mí me tocó al lado de Laura, esa chica que siempre me anda idolatrando, regresamos a lo habitual, mientras mi discusión con ella es un continuo asedio de preguntas acerca de cómo va mi novela, que si tengo novia, que si la vida sexual, que si yo soy tan abierto de mi mente, que si la brecha generacional, que si no tomo discípulos, que si mi obra es genial, que si puedo leer sus cuentos para darles una corrección, que si luego la invito a mi casa. Claro que eso sólo es una pantalla, yo sé que ella sabe que en verdad yo no la creo estúpida como las demás, creo que ese detalle es el que realmente la enciende, que alguien de mi categoría este interesado en ella. El día de hoy discutimos de nuevo respetando las apariencias para con el grupo, pero a la vez, ella no desperdició la oportunidad de tenerme solo para sacarme una invitación a un bar que bien sabe no es frecuentado por el gremio. Por mi parte acepté, probablemente esa nueva carne sería deliciosa.

El bar estaba frenético chingándose mis oídos, pero bueno, la cerveza es barata, la sala privada nos había salido casi gratis y sólo estaba Laura comiéndome con sus ojos sabor canela mientras trataba de sacarme plática entre todo el ruido. Un par de choros más acerca de trivialidades bastó para que pasaran un par de cervezas y ella estuviera lo suficientemente desinhibida como para besarme salvajemente, tomarme de los cabellos y acercarse más y más a mi cuerpo. Tuvimos que salir corriendo al departamento cuando me di cuenta que ella ya no tenía su blusa encima. Sin más formalidades que la pasión entramos al dormitorio, la desnudé, me desnudo, la penetro, ella se abrió, me dijo que siempre había soñado con eso, que le gustaba, que le encantaba, afortunadamente no juró amarme… eso hubiera arruinado el orgasmo que de por si no había sino nada espectacular. Ella insistió en quedarse a dormir ahí conmigo, yo en que me dejará por lo menos quitarme el condón. Después de un rato de discusión ella termino dormida abrazándome, yo fumé un cigarrillo con mi mano libre y me preparé para una larga noche sin poder dormir cómodamente, pues bien sabes que nunca me ha gustado dormir acompañado.

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