sábado, 18 de agosto de 2007

Luís

Las ventanas están cerradas, el polvo se ha acumulado en cada rincón, se respira un fuerte olor a humedad y la oscuridad reina en todo el recinto. Éste es pequeño con el techo bajo; el acabado de ladrillo en las paredes refleja la realidad de una familia pobre.

Él, Luís, a pesar del frío y el sentimiento de soledad no ha salido de la casa en un tiempo, sigue esperando a que regrese su madre. Ellos siempre han sido humildes pero el amor nunca les ha faltado. Hubo un tiempo en que su padre, hombre tierno y cariñoso, vivía con ellos, jugaba con él y eran felices, pero un día desapareció. Luís nunca supo porque él se fue. Aunque mamá siempre maldecía al alcohol.

El pequeño también tiene amigos, niños como el chicles, risueño y chimuelo, el sapo, con sus peculiares ojos saltones, el mocos, Daniela y por último, María, la niña que un día sería su esposa. Aunque últimamente nadie lo ha visitado.

El frío de Luís cada vez es peor, a pesar de que se ha abrigado cada vez más. Tal ves está enfermo. Por otra parte, ha pasado tiempo desde su último bocado y siente el hambre cada vez más canija. ¿Por qué mamá tarda tanto?

Pequeños ruiditos se escuchan al fondo del cuarto. Luís afina el oído y comienza a buscar la causa peculiar fenómeno. Tras hurgar un poco entre cajas, ropa y demás chácharas, el culpable aparece. Un ratoncillo gris, pequeño, tierno y curioso estaba comiendo felizmente un pedazo de pan viejo, hasta que fue encontrado por Luís. “Que raro” piensa Luís “tiene una mancha negra en su orejita derecha, como la que tenía Miguelito”. El roedor huye poco después del encuentro.

Miguelito fue la primera mascota de Luís, lo encontró un día en que la pequeña criatura hurgaba en la alacena, desde entonces fueron inseparables, él lo alimentaba y el ratoncillo le agradecía con sus tiernos gestos. Era una verdadera y bella amistad. Claro que su madre no aceptó a Miguelín en la casa. La inocente criatura fue muerta en una cubeta.

Un triste semblante atravesó la joven cara de Luís al recordar a su amigo, pero un ruido en la puerta principal de la casa interrumpió el momento. ¿Quién podría estar en la estancia? Fuera quien fuera, respiraba aceleradamente y titubeaba en entrar al cuarto de Luís. La espera se vuelve estresante por lo que Luís decide darle fin a esto.

-¿Mamá eres tu?- interroga Luís al cuarto contiguo

-Disculpa molestarte...- contesta un pequeño niño de manera un tanto nerviosa.

-Adelante, puedes pasar- dice Luís feliz de que por fin alguien decide visitarlo, aun cuando sea un desconocido.

-Hola... yo soy Juanito- dice el niño al momento de traspasar la cortina que sirve como puerta del cuarto.

-Yo soy Luís.

-Sí... ya lo sabía... bueno mi amigo Jorge me dijo que viniera y te preguntará si quieres salir a jugar...

-Lo siento pero, estoy esperando a Mamá- Con lo que da por terminada la charla y Juanito se retira.

Luís siente cada vez más el frío, el hambre y la humedad comienza a hacerlo sentir enfermo, esta aburrido, no, mas que aburrido esta preocupado, pues mamá no regresa ¿hace cuanto se fue? Lleva solo unas horas afuera y dijo que iría a la farmacia, sólo iba por la medicina y regresaba, Luís tiene que recibir esa medicina pronto, al menos eso dijo el doctor.

-¡Mamá, que bueno que ya regresaste!

-Hijo, oh hijo cuanto lo siento.

-No importa mamá, realmente no tardaste tanto, estuve esperando y tuve con que distraerme.

-Ay hijo, te dije que regresaría pronto, pero yo se que me tardé, es que me costaba mucho trabajo regresar.

-Tranquila mamá, no pasa nada, no te preocupes, estando contigo no tengo de que preocuparme.

-¡Oh! hijo perdóname, realmente todo fue mi culpa.

-Mamá ¿que dices? Tú no tienes la culpa de nada.

-¡Oh hijo cuanto lo siento!

Su madre deja caer la medicina al suelo, las pastillas caen suavemente mientras el jarabe se rompe al contacto proyectando su contenido en todas direcciones. Ella sale corriendo de la casa, mientras, una lágrima corre por su mejilla. Luís se pregunta porque mamá hace eso todos los años, mientras toca su pecho y siente la herida que nunca sanará.

2 comentarios:

Espaciolandesa dijo...

Vaya... desearía haberlo leído antes de saber que Luís ya estaba muerto.

Ni modo.

Lechuga dijo...

respondiendo a Pequeña Saltamontes: Yo igual ):