sábado, 18 de agosto de 2007

Día 6 (Sindrome de Abstinencia)

Me sentía de lo peor cuando el despertador comenzó a taladrar mis oídos, ni siquiera sabía que lo había dejado programado, con mi mano traté de buscarlo con los ojos cerrados y sin querer tomé mis lentes bruscamente rompiéndolos por el puente, era lo que me faltaba, que me fuera a doler la cabeza todo el día por falta de mis lentes. Continué recostado en mi cama hasta que comenzó a sonar el teléfono, menuda peste, cuando uno ni siquiera quiere seguir vivo siempre hay alguien que te molesta para recordarte que sigues respirando. Al descolgar la voz tan familiar de mi editor comenzó a gritarme, a molestarme los oídos diciendo que había una fiesta, que tenía que bañarme en 5 minutos por que estaba a punto de llegar a la casa, que ya debería de haber desayunado, que ya eran las 2 de la tarde, que no chingue, que como no me acordaba, que si me estoy metiendo en drogas, que le abriera a la puerta, que ya estaba adentro, que saliera por fin del baño, que estaba tan pendejo que me metí a bañar con el teléfono en mano, que ya había salido, que colgara y que nos fuéramos de una vez a la maldita fiesta de presentación del libro del pinche-escritor-cabrón-pendejo-que-tiene-mas-libros-que-yo-al-que-tenemos-que-mamarle-las-bolas-para-seguir-en-la-editorial, por lo que salimos en su coche.

La fiesta era igual que todas las otras fiestas de seudo-intelectuales que aprietan el culo cada vez que quieren sacar un comentario alta y refinadamente intelectual. Es decir, era otra fiesta donde me aburro como ostra. Para empeorar mi suerte mi editor agradablemente me pidió que fuera a “hacer relaciones” con Juan de las Pitas, el que presentaba su libro. Yo “amablemente” me dirigí a él y tuve que escuchar su garigoleada conversación acerca de la estructura de su libro, de donde le salió la inspiración, que pensaba usar el narrador auto-diegético, que mejor uso el de segunda persona, por que como es más difícil de usar se vería bien master, que X, Y y Z, que Alfa, Beta y Gama. Por suerte Laura apareció en escena a salvarme de morir de aburrimiento, sólo para tener una peor muerte. Como era de esperarse ella estaba caliente y yo con un animo de perros, con ganas de sacarme todo desde dentro y volcarlo todo sobre la mesa. Pero ella no quería notar mi estado, pensaba que sólo estaba un poco ebrio (acepto que esa la intención inicial de haber ido a la fiesta) tanto así como para escaparnos por ahí y hacer de las nuestras. Me llevó al cuarto de servicio o cualquier otro cuarto que haya sido, sólo para continuar sus caricias y terminar de desnudarme, no tengo idea de donde rayos salió un condón o si en verdad lo hubo, sólo tengo breves periodos de lucidez donde puedo verla como se mueve lujuriosamente, como se recuesta en la cama, como abre completamente sus piernas, como termino montándola y como en breves minutos pierdo mi erección, lo que sigue preferiría no recordarlo pero es lo más lucido.

Ella nota que he terminado, que egoístamente lo he hecho sin siquiera importarme que ella aún no había empezado, aún puedo notar perfectamente mi cara de malicia sonriéndole, ella extrañada me dijo que me amaba y que eso no le importaba, yo me acerqué a su oído lentamente, sin dejar de penetrarla, ella me miró extrañada hasta que llegué a su oreja y susurré a su oído: “Zorra”. Ahí todo fue perfecto, ella comenzó a querer quitarme de encima, sin éxito, pidió que la dejara ir mientras yo perfectamente sentía mi erección cada vez más grande. Trató de morderme el cuello, fallando pero a la vez arañando mi espalda. Yo seguía como un lobo tratando de devorarla, de herirla, de hacerla explotar desde dentro. Cada vez la veía más suplicante, podía sentir como en verdad le dolía, como tenía ganas de llorar y seguía tratando de alejarme, pero no pudo hacerlo y sólo le quedo sentir como yo tenía un orgasmo con su cuerpecito. Terminé y me levante de su costado diciéndole que había estado perfecta, “déjame en paz” me dijo con una cara que estando sobrio no quisiera volver a ver jamás, terminó de vestirse con las lágrimas rodando por sus mejillas y su cara encendida. Como despedida lo único que obtuve fue un “Ella se enterará de esto”. Después de eso, toda la fiesta estuvo aburrida, tanto que sólo recuerdo que llegue a la casa y tuve que recostarme boca abajo, ya que mi espalda aún estaba sangrante. Debo admitirlo por enésima ocasión, el sexo en cualquiera de sus presentaciones, es genial.

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