sábado, 18 de agosto de 2007

Día 5 (Sindrome de Abstinencia)

Tuve extraños recuerdos durante el transcurso de la mañana, por una parte tuve visiones de cuando estuve en la montaña y veía vividamente como me había quedado contemplando el horizonte. Por la otra recordaba como había sido todo con Laura, desde que estuvimos en el café hasta que se fue por la mañana. Incluso recordaba perfectamente el último día que estuvimos juntos tú y yo, con detalles acerca de tu vestido, tu blusa, tus aretes, esas “cosas sin importancia” que siempre olvido. Pero no podía recordar como volví a la casa, cómo había terminado en la cama y como era que tenía todo el cuerpo lastimado.

Recostado en la cama teniendo todavía la cabeza con las ideas revueltas miré hacia tu lado de la habitación. Ahí estaba tu bata de seda con tu nombre bordado como una señal de tu ausencia. Me acerque a tu cómoda y abrí cajones al azar, ahí estaban esas pantimedias que te compré para la cena elegante de hace un mes, el brassier que a pesar de que estaba manchado –por libidinosas razones- guardabas para seguirme manipulando a tu antojo. Estaba también el osito de peluche que te regale un día después del día del amor y la amistad, suponiendo que así rompíamos con la tradición de hacerlo ese día. Encontré esa carta que te escribí hace un año, la que por fin te conquisto después de seis meses de insistencia, tuve ganas de recordar todo lo que te había dicho entonces, pero me pareció inapropiado leerla al no ser yo el destinatario.

¿Desayunar? ¿Escribir? ¿Corregir? En realidad no tenía ganas de hacer nada, por fin me faltaba mi musa inspiradora que me motivara a vivir. Claro que encender un cigarrillo sin importar mi estado emocional siempre es posible, así que salí a tu balcón favorito para fumar un poco. Aún recuerdo la primera vez que hicimos el amor en este balcón, tuve tanto miedo de que pudieras caerte si no te sostenía con fuerza o talvez lo que me dio miedo fue la cara de satisfacción que tenías al verme a mí hacerlo, entre preocupado y en verdad aferrándome para amarte.

La fantasía ha pasado y el cigarrillo está por la mitad, pero tu ausencia sigue en el aire. De repente me golpea, comenzando a marearme, a distorsionar mi vista y darme un terrible sentido de desorientación. No estás aquí, no me has llamado, no me has contactado y yo aquí sin saber nada de ti, sin preocuparme, sin extrañarte, como si no hubieras sido la persona más importante de mi vida en todo este año. Probablemente estarías pensando en que me he olvidado de ti, en que en 5 días sólo te he dedicado un par de palabras sosas sin contenido, en lugar de decirte que te quiero, que te extraño, aunque fuera el típico cliché de pareja geográficamente separada.

Por otra parte, puede ser que tú en verdad te la estés pasando en grande en Francia, después de todo bien se sabe la fama de los francesitos, probablemente ya te hayas ligado a uno o dos, practicado el menage a trois, puede que en este mismo momento él te esté follando y yo aquí de pendejo acordándome de ti. No has llamado ni una sola vez, ni un mensaje, un correo electrónico. Acaso ya no me quieres, digo, las leyes de la decencia dicen que aun una unión libre tiene derecho de enterarse de las porquerías que está haciendo su pareja. ¿Por qué? ¿Por qué me traicionaste con un francesito cualquiera? A menos que en verdad no sea un francesito cualquiera. Que tal que tus padres al saber bien que no les agrado te tendieron una trampa y te reunieron con tu exnovio, su prospecto de hijo favorito. Probablemente ellos mismos te hayan dado los condones, la cama y la cena romántica para que cayeras. ¡Coño! Y me preguntas por que odio a tus padres. No, no puede ser posible, no puede ser que lo hayas encontrado de nuevo, no quisiera ni pensarlo. No puedo creer que seas tan zorra.

Mi estomago termina vaciándose en nuestro baño, un poco de sangre escurre por la porcelana blanca, probablemente sea efecto de la falta de comida, probablemente estoy muriendo por dentro a causa de tu traición. No, no puede ser que me hayas traicionado. Durante más de un año te he dado a entender que eres lo más importante para mí. Estoy seguro que me extrañas, que bien estarás sufriendo por mí. Sí, me extrañas y en este mismo momento estás violentamente gritando mi nombre mientras tienes un orgasmo con tus manos. Sé que quieres sorprenderme, eso es lo que pasa, quieres fingir que no quieres que sepa nada de ti, pero el día que regreses tendremos sexo como locos, nos encerraremos dos o tres días sin nada más que hacer que comernos el uno al otro. Si eso debe de estar pasando, es otro de tus juegos, quieres hacerme que me coma las uñas, que comience a volverme loco, que me pregunte con quien estarás, incluso engañarme diciendo que te acostaste con otro, todo para que yo te demuestre cuanto te quiero. Y lo haré, a tu regreso te mostraré todo mi odio convertido en sexo, toda la pulsión de Thanatos en el momento del Eros.

Ya es de noche y el teléfono no ha sonado, claramente te dejé el mensaje de que quería hablar contigo, correo electrónico, llamada a casa de tus padres, mensaje a tu celular y sigo aquí esperando a que el teléfono suene. ¿Qué rayos estarás haciendo? ¿Acaso no me extrañas? Y luego te enojas cuando pregunto por ti y me llamas celoso, me dices que no debería preocuparme, pero son precisamente estas situaciones las que me hacen sentirte así. Digo ni siquiera me molestaría que fueras una zorra si por lo menos fueras honesta, pero ahora… ahora tendré que castigarte cuando regreses y que no vuelvas a olvidarte de mí, por que yo soy la persona que más te ama en todo el mundo.

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